14 diciembre, 2006

La voz de Borges: una conferencia sobre la creación poética.

Este es el texto de una conferencia en francés dictada por Jorge Luis Borges y filmada por Alain Jaubert y François Luxereau en el Collège de France en 1983. Considerando la traducción como una traición, esta transcripción es una doble traición ya que no solamente hemos pasado las palabras de Borges del francés al español, sino que las hemos llevado de lo oral a lo escrito. Este atrevimiento es mucho más reprensible si tenemos en cuenta el tratamiento y los largos silencios en busca de las palabras apropiadas que revelan al observador la timidez del conferencista: sin embargo la lucidez y el orden de las ideas expuestas bien merecen este atrevimiento. Los puntos suspensivos entre paréntesis indican fragmentos incomprensibles, ya sea por la calidad de la grabación o por el titubeo de la voz de Borges. Este documento audiovisual se encuentra en la Vidiothèque de la ciudad de París y es de libre consulta. La transcripción y traducción son de Juan Moreno Blanco. Se publicó originalmente en la revista colombiana Número, y lo reproducimos para recordar que en agosto de este año se cumplen cien años del nacimiento de Jorge Luis Borges.

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[Autoridades, Señoras y Señores:] Me piden que hable de la creación poética. (...) La creación poética (...) parte de la memoria y la memoria está hecha sobre todo de olvido; ya que la memoria, como dijo Bergson, escoge lo que quiere o debe olvidar. Yo escribí un cuento sobre un hombre abrumado por una memoria infinita, ese cuento se llama "Funes el memorioso". Felizmente nuestra memoria no es infinita, uno puede olvidar, uno puede inventar. Y todavía hay otro hecho: que cada lengua es una tradición, una tradición literaria y poética. Yo no estoy seguro de que la palabra lune, por ejemplo, en latín, en español, en italiano, en portugués o en rumano sea la misma palabra que la palabra lune en francés. La palabra lune es más fina y además es una sílaba, como esa palabra inglesa, muy larga, moon.

Todas esas palabras no significan lo mismo, todas esas palabras corresponden a una literatura anterior, es decir, si digo lune hay que pensar que esa palabra ha pasado por Verlaine, que la palabra moon ha pasado por Shakespeare y que la palabra "luna" ha pasado por Virgilio; entonces, cada lengua es una tradición.

Con relación a la creación poética he leído algunos libros de estética, conozco mi Aristóteles, mi Benedetto Croce, por ejemplo, pero he preferido leer las reflexiones de los escritores. Sé que hay dos teorías extremas de la poesía. La primera, que sería la segunda en el tiempo, sería la de aquel gran poeta romántico, Edgar Allan Poe, al cual todos debemos alguna cosa, como a Walt Whitman. La teoría de Poe, que él ha expresado en su Filosofía de la composición, es que la poesía, la creación poética, es un acto intelectual. Bien, yo estoy seguro de que él se equivoca. El tomó su propio poema, un poema que ha sido bien mejorado por sus traductores, por Baudelaire, por Mallarmé —"El cuervo"—, un poema bastante mediocre en inglés, y explicó cómo llegó a ese resultado. Según él, comenzó por la idea del refrán; la importancia, la fuerza estética del refrán. Entonces pensó: los dos sonidos más sonoros de la lengua inglesa son [eer] y [oor], entonces llegó, inmediatamente, según él, a la palabra nevermore y después pensó: es bastante extraño que un ser dotado de razón repita continuamente la misma palabra, entonces pensó en un animal, pensó en un loro, pero en fin... la dignidad poética le hacía falta. El leía en ese tiempo Barnaby Rudge de Dickens y ahí encontró un cuervo, entonces el cuervo le sugirió el busto de Palas, el busto le sugirió una biblioteca y siguió así, por un sólido razonamiento, hasta la escritura de su bastante mediocre poema "El cuervo". Según él, comenzó por el último verso, Shall be lifted nevermore!, y después escribió el resto para llegar a ese fin, un poco melancólico, diría yo. Y bien, esta teoría de la composición poética como un acto intelectual, como una serie de razonamientos y de silogismos es, me parece, del todo inexultable. Es extraño que esa idea clásica sea la obra de un gran escritor romántico, como lo era sin duda Edgar Allan Poe, sobre todo siendo que él no escribía versos sino maravillosas fábulas en prosa, por ejemplo, Las aventuras de Arthur Gordon Pym.

Y tenemos la otra idea. Es la antigua idea de la inspiración. Esa palabra es demasiado grandiosa para mí, pero ¿por qué no aceptarla durante el curso de esta charla?... Y bien, la idea de la inspiración es la idea del poeta como secretario, digamos: como alguien que recibe el dictado de una fuerza desconocida. Entonces. los griegos pensaban en las musas, los hebreos pensaban en los reyes, en el espíritu... Esa idea es más posible. Se puede pensar también en lo que el gran poeta irlandés William Butler Yeats llamaba great memory, la idea de que en cada uno de nosotros yace la memoria de nuestros ancestros. Somos infinitos. Entonces el poeta no se puede reducir a su realidad personal y recibe cuando escribe esa gran memoria. Se podría pensar también en los arquetipos platónicos, eso sería lo mismo; es decir, uno tiene todo y uno lo expresa.

Y bien, eso puede aceptarse o no. Una cosa es más verosímil que la otra. Yo quisiera hablar de mi larga experiencia, mi modesta experiencia. Yo pasé... yo consagré toda mi vida a la literatura. Siempre supe, desde que era un niño, que mi destino sería literario, es decir: yo me veía siempre saturado de libros como en la biblioteca de mi padre, quien quizá me dio esa idea. Y bien, sabía que pasaría toda mi vida leyendo, soñando y escribiendo, y tal vez publicando, pero eso no es importante, no hace parte de un destino literario, pero en fin... yo hice eso. Hice lo posible, no por leer todos los libros, como decía Mallarmé, sino, en fin, para leer los libros que me gustaban. Tuve conciencia de que la lectura debe ser considerada no como una carga, sino como una fuente de felicidad, posible y fácil. Entonces voy a contarles, puesto que estamos hablando de una manera tranquila, espero, mis experiencias personales. Y bien, yo camino por las calles de Buenos Aires, por la Biblioteca Nacional, que dirigí hace un tiempo y que dejé después, y, de pronto, siento que algo va a llegar. Entonces espero. Ese algo llega. Es quizá una fábula, una noción cualquiera, que no concibo de manera clara, pero percibo siempre el comienzo y el fin y después me toca inventar lo que hay entre esas dos cosas. Hago lo que puedo. Después siento que esa idea exige, digamos, un cuento, un poema, un ensayo. Eso me es revelado después...

Las teorías pueden ser útiles para estimular la poesía. Por ejemplo, yo no creo en la democracia, es una cuestión estadística para mí. Pero esa idea ha hecho de Whitman un gran poeta. La idea de la democracia, esa extraña idea de escribir un libro con un personaje... un triple personaje, una suerte de trinidad. Pues el Walt Whitman de Hojas de hierba es el periodista Walt Whitman que lo escribe; una imagen muy magnificada de su propia vida y esta idea es genial... Es decir que cada lector es un poco Walt Whitman, Walt Whitman se dirige a él; cuando uno lee el libro piensa haberlo escrito de una cierta manera. Y hay un hecho que quisiera señalar, bastante extraño, y es que todo el mundo imitó el resultado de Walt Whitman. Todo el mundo; por ejemplo, Lee Masters, por ejemplo, Neruda, por ejemplo, Carl Sandburg —puede ser su mejor discípulo americano—, en fin... todo el mundo imitó aquello a lo cual él llegó, pero nadie ha repetido esa extraña experiencia de un héroe que fue tres personas: el escritor; una imagen glorificada del escritor y el lector. Y bien, ésa es una manera de trabajar.

Pero, a veces, mi punto de partida fue un texto cualquiera, ya que, entre las experiencias humanas, quizá una de las más bellas, una que asegura la felicidad de una cierta manera, es, como lo sabemos todos, la lectura. O, como decía Emerson, otro gran poeta: la poesía nace de la poesía; o, lo que yo dije anteriormente: la poesía nace del lenguaje, pues cada lenguaje es una manera de sentir el mundo, cada lenguaje es una literatura posible, incluso si no llega a serlo. Y bien, ésa es para mí otra manera de la creación poética.

Pero hay otra manera que yo he empleado para mis modestos fines, esa manera es una reflexión cualquiera. Por ejemplo, la palabra "inolvidable", que yo pensé en inglés, un-for-get-table. Bien... Comencé por esa palabra. Me dije: todos los días empleamos la palabra "inolvidable"... pero si algo fuera inolvidable ¿qué pasaría? Uno no podría pensar en otra cosa. Si alguna cosa fuera continuamente inolvidable, entonces uno se volvería loco. Ese fue mi punto de partida para una historia que yo escribí, puede ser que ustedes la hayan leído... se llama "El zahir". Es una moneda de veinte centavos que es inolvidable. El hombre que la ha visto se vuelve loco al cabo de algunas páginas. Es un cuento bastante corto. Y en otra ocasión, partí de una reflexión abstracta también. Pensé en esa admirable invención teológica de la eternidad. Me dije: en la noción de eternidad se piensa que hay un momento, un momento divino evidentemente —no pertenece al hombre sino a la divinidad—, hay un momento donde se encuentran todos los momentos del tiempo, es decir, en un simple momento de la divinidad se encuentra todo el pasado, todo el presente y todo el porvenir. Y bien, pensé en una categoría más modesta que el tiempo, el espacio. Uno puede imaginar, por qué no imaginar, que en alguna parte hay un rincón donde se encuentran todos los rincones del universo, entonces escribí una historia que quizá ustedes han leído, "El aleph": yo no sé si es un buen cuento o no, ya mucha gente lo ha leído y lo han encontrado... legible, digamos.

Y bien, mi punto de partida, en esos dos cuentos, han sido esas dos ideas no muy interesantes, no muy nuevas que yo sepa. Y además hay otra cosa: cada vez que escribí sentí la emoción, la emoción de mi vida: yo creo que no se puede escribir sin emoción. sin pasión. La idea de la poesía como chorro de palabras es una idea del todo errónea, yo creo, una idea falsa. Y además. cuando uno ha vivido algo, cuando uno ha sentido algo, en un hombre de letras esto pide una forma (...)

En La Odisea se lee que los dioses dan desgracias a los hombres para que las generaciones siguientes tengan algo que cantar. Veinticinco siglos después, Mallarmé pensó lo mismo, pero él pensó en términos de un libro, dijo: "Tout abouti à un livre", es la misma idea, la idea de que nuestras experiencias son hechas para el arte, son hechas para hacer otras formas de arte. En este arte encontramos a primera vista que quizá el infortunio es más rico que la felicidad, la derrota es más rica que la victoria. La derrota puede hacernos pensar, mientras que en la victoria se mezclan las interjecciones, la vanidad: entonces el infortunio es mejor. Ciertamente todos tenemos nuestra parte de felicidad y de infortunio: pero la felicidad es un fin en sí mismo y no exige nada mientras que el infortunio debe ser transformado en otra cosa. Es decir, el infortunio sería la materia del arte, o también la nostalgia, la nostalgia está ligada a una felicidad perdida, a un paraíso perdido.

Hay un gran poeta en España en el presente, el gran poeta Jorge Guillén, que quizá es el único que haya cantado la felicidad presente. No la felicidad como el paraíso perdido, sino como si él estuviera en el paraíso. Yo no conozco ningún otro poeta que haya hecho eso. Whitman hace lo posible por cantar la felicidad, pero uno siente que él era un hombre triste, solo, y que su felicidad es un deber que él se impuso, que su felicidad es una faena, digamos.

Yo comencé, como todos los escritores, siendo barroco. Eso es una forma de timidez. Comencé siendo sorprendente y genio. En el presente sé que no lo soy. Yo quería ser Quevedo o sir Thomas Browne o Leopoldo Lugones y tantos otros... en el presente yo me resigno a ser Borges. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Parece que, como yo, la gente se ha resignado a esto y yo puedo ser Borges sin correr ningún peligro.

Yo estoy muy sorprendido de encontrarme aquí con ustedes. Es una forma de felicidad a la cual yo nunca había aspirado o en la cual yo nunca habría pensado. Alfonso Reyes me dijo una vez: nosotros publicamos para no pasarnos la vida corrigiendo los borradores. Eso es verdad. Cuando publico un libro lo olvido, lo olvido holgadamente. Cuando me dicen, y es una noticia sorprendente para mí, que hay bibliotecas enteras escritas sobre mí... yo no he leído ni un solo libro... yo continúo pensando en el futuro... pienso que es enfermizo pensar en el pasado, pensar en aquello que uno ha escrito. En el presente, pienso en mis libros futuros. Tengo 83 años, entonces mi futuro no es verdaderamente grande pero, con todo, trato de mirar hacia adelante y no hacia atrás pues eso es enfermizo.

Cuando yo era joven era barroco, buscaba palabras muy antiguas o trataba de forjar palabras: en el presente intento interferir lo menos posible en lo que escribo. Es decir, escribo... dejo la página de lado, la releo al cabo de algún tiempo, suprimo todas las palabras o frases que puedan sorprender al lector. Trato de que eso resbale e incluso estoy obligado a veces a dar esa impresión aunque yo sepa que eso nunca ha resbalado, y a cambiar y a corregir, y a corregir mi corrección, y así de continuo... Pero yo quiero que el lector, cuando lea mis libros (...) los mejores son El libro de arena, El informe de Brodie, La cifra. Son mis mejores libros, se pueden olvidar los otros ampliamente, yo lo he hecho. Yo pienso que alguien que no ha leído nada puede comenzar por La cifra, en la poesía, y por El libro de arena, en la prosa.

En el presente intento ser lo más simple posible, siendo complejo pero de una manera secreta y modesta, de una manera no evidente. Es decir, yo no tengo estética, no busco los temas, los temas me buscan, yo intento detenerlos pero al final ellos me encuentran, entonces hay que escribir para quedarse tranquilo (...) En ese momento yo publico o no. En general lo hago para quedar libre de los borradores, como decía Reyes. Pero creo que cada tema tiene su estética. Cada tema nos dice si él quiere que lo escriba en verso, en forma clásica, en verso libre, en prosa... creo que la estética es dada a cada tema. Hay temas que exigen una novela, esos no me han visitado, no creo que escriba una novela, he leído pocas novelas, he escrito demasiados cuentos, quizá, y bastantes poemas también. Y, lo repito, intento sobre todo ser legible. No pienso en el lector salvo en el sentido de que intento que la lectura sea fácil y, si es posible, agradable.

Pero quizá he hablado demasiado. Quizá la ocasión, las palabras que he dicho, no son más que un punto de partida para las preguntas. Estaré muy contento de responder a sus preguntas. Les prometo una sola cosa: la sinceridad, no puedo prometer otra cosa además de eso... En fin, amigos, gracias.

22 septiembre, 2006

"Acabo De Llegar" Fito & Fitipaldis

Aunque en su nuevo disco Fito ha abandonado a parte de los Fitipaldis, por los motivos que sean, y ha decidido meterse en un estudio con gente de la talla de Carlos Raya, otros músicos más profesionalizados y un director de la talla de Joe Blaney, que en su momento redondeara aquel "Alta Suciedad" de Andrés Calamaro, un sonido cuidadísimo; a pesar de que ha tenido que echar mano de dos versiones (una de extremoduro y la conjunta abrazado a la tristeza, y otra, la 7, cuyo comienzo recuerda inevitablemente a soldadito marinero, Fito pisándole los pies a Fitoylosfitipaldis) que no mejoran ni en poco sus originales; aún así, aunque el título tampoco me termina de convencer, tengo que destacar piezas magistrales en lo musical y en cuanto a la letra como esta "Acabo de llegar" o el segundo corte del disco.


Por la boca muere el pez

Por otro lado, creo que el terreno de los Fitipaldis ha sido un poco profanado en este último cd y que los temas de rock/swing que venían haciendo han perdido cierta espontaneidad y destreza; han salido ganando las canciones que dicen más que las que mueven, el autor Rodolfito cabrales, las canciones más tranquilas suenan mejor y se pueden apreciar en ellas todos los arreglos con sus matices, la mano de Carlos Raya y el aprobado de Joe Blaney; esperaremos a verlo en directo para comprobar qué es lo que queda de este músico de corazón que cada día nos lo quieren patrocinar más como un autor, porque el slogan es lo que vende, y lo que le da pelas claro; y aunque el lleno esté asegurado ello no quiere decir que "Por la boca vive el pez" sea uno de los mejores de su carrera, medio cd es para tirarlo a la basura, eso sí, si cuando se juntaron para formar el proyecto (por el 97 recuerdo) le llegan a decir a Fito que iba a acabar saliendo en el Telediario se hubiese meao de la risa, pero hay cosas que no son casualidad, esta canción es la más larga del cd pero cualquiera lo diría, el cd en conjunto no es gran cosa, ha sido concebido como producto de mercado (qué cosas tengo a estas alturas), este producto esconde dos o tres joyitas ( el resto psé) entre las que destacaría esta "Acabo de llegar", suena genial, no me canso de escucharla, vaya banda, aquí sí se nota: el compás variable con el slide de fondo y el saxo geniales, el ritmo me recuerda a alguna canción de Jackson Browne sobre todo o a Springteen, Dylan incluso, sobre todo al final cuando no hay voz...(¿Fito 6 minutos?) áquí alguien metió la mano... le doy un 6 dentro de los fitipaldis, no le sienta tan bien como a otros echar mano de la aristocracia "qué te voy a decir"


Artist: Fito & Fitipaldis
Album: Por La Boca Vive El Pez
Year: 2006
Title: Acabo De Llegar


Que te voy a decir,
si yo acabo de llegar
si esto es como el mar
quien conoce alguna esquina
dejadme nacer
que me tengo que inventar
para hacerme pez
empecé por las espinas

Nunca lo escribí en un papel
y nunca lo ha cantado mi voz
y tú ahora me preguntas que hacer
y yo siempre voy detras del error
y le canto a lo que nunca tendré
el beso que ella nunca me dió

Dime tú que puedes saber
alguien que ha pasado la vida
buscando la melodía
oh! que te voy a decir
si yo acabo de llegar
si esto es como el mar
quien conoce alguna esquina
dejadme nacer
que me tengo que encontrar
para hacerme pez
empecé por las espinas

la vida es algo que hay que morder
y en cada boca tiene un sabor
tus huesos no los tapa mi piel
por eso siempre digo que no que no
perdona tengo cosas que hacer
y aún me queda media vida
pa' encontrar la melodía

Que te voy a decir
si yo acabo de llegar
si esto es como el mar
quien conoce
alguna esquina
dejadme nacer
que me tengo que inventar

13 septiembre, 2006

disertación que no interesa nada

El mito es la clave, principio y fin de cualquier obra. El símbolo trabaja sobre el mito como trabaja el verbo en la acción, la oración sobre la idea. La larva del símbolo se ubica en los resortes del ensueño y la imaginación que, a la luz racional de los recuerdos, dan como resultado una imagen nueva insertada en la voz del artista. Una tarde de juegos infantiles, la mano que acaricia el amor en otras manos, los viajes en autobús, el pecho que se te ofrece desnudo…, todo lo que sucede se puede transformar en símbolo latiendo así desmesuradamente ante la fuerza del mito. Para mí esta es la clave, la raíz y el motor de todo acto creativo.

Lo que el viejo Freud subrayó como "traumas" en su empeño más que fallido por ubicar en un solo plano todas las causas y consecuencias de diferentes conductas no fue más que un intento de acercarse a planos que consiguieron dejar entrever algún matiz interesante en el misterio que subyace en cualquier tipo de creación, pero poco más; pasó por alto las características singulares de cada individuo, el carácter y el temperamento únicos en cada ser, algo imposible de clasificar en un rígido sistema de causa-efecto, no es apto el hielo para la sangre. El viejo partía siempre del trauma en los primeros años de existencia, y los más traumatizados eran por ello geniales, qué casualidad más cabezuda, una cuestión léxica ("trauma" o "genio") simplemente eso; es el temperamento y el carácter de cada creador el que da forma a su propio pulso, el tipo nervioso (Wilde, Baudelaire, Nietzche), sentimental (Rousseau, Pavese), enérgico (Shakespeare, Goethe)…. es ésta una clasificación tan sólo ejemplificativa, no pretendo sentar cátedra en aspectos donde el torrente de la vida arrasa los esquemas impuestos por la pretendida ciencia.

Con todo esto sólo quiero poner de relieve la importancia del símbolo, crucial en una obra de arte (sobre todo en poesía y pintura), emana éste de una obsesión ancestral que arrastramos desde que el hombre primitivo tuvo conciencia de sí mismo. Así empezaron los actos de creación artística (es el orígen, ya lo he dicho), el ansia por lo divino (pinturas rupestres, actos de superstición…), en definitiva, la necesidad del mito que a lo largo de todos los tiempos ha perseguido a los seres humanos y que tan bien han sabido explotar la literatura y el cine.

Hoy en día, en este gran mercado de globalización, el poder del mito se explota de una manera abusiva en beneficio del capital (vieja historia) y en detrimento de la cultura, no hay más que encender la televisión o salir a la calle. Inexplicablemente opera un canon insultante que se arrastra por los suelos, no es ya sólo el estilo o la forma de expresar la belleza, es algo más profundo, más grave si se quiere: la subcultura juega en primera división y a ver quién es el Quijote que se ensaña con la realidad que sutilmente se nos ha ido imponiendo (ponerle un caramelo al niño en la boca es una manipulación igual y quizá peor que metérselo directamente en la boca con la posibilidad de escupirlo) así que no son buenos tiempos para tomárselo en serio, los valores ideales se han revertido sobre imágenes distorsionadas, la justicia, el amor y la libertad tan sólo son mercancías, y pobre del que pretenda procurarlos contracorriente, "mejor siga su camino" (sólo se lo dirán una vez). Uno no se acostumbra al permanente insulto en los ojos, a la angustia prolongada que hasta en el pelo produce dolor; quizá nos quede la palabra, obviamente no en el sentido panfletario de lucha que los poetas de posguerra pregonaban: si algo queda es simplemente una patria desterrada a la que de vez en cuando regresar - oasis que alivia el fuego que por dentro abrasa la mercancía de los corazones - para salir de ella con algo de esperanza, para curarnos un poco de esta mitificada nada que es lo único que ahora mismo podemos -al menos unos pocos- mitificar.

cogito ergo nihil sum

02 septiembre, 2006

inabarcable

Era tan remota la aurora
que el cielo se deshizo
en cristalina noche.

Como un espejo firme
que barre los caminos
se encendió la inmensidad.

Detrás del quehacer diario
el horizonte se abismaba
en los mortales ojos.

19 julio, 2006

Humano ajuste de cuentas

Don Jesús Moya y el alcalde

- Hay que recalificar toda esta zona y establecer un plan de urbanismo que nos permita construir más viviendas – dijo Don Jesús

- pero eso no va a ser tan fácil, se trata de suelo rústico

- ¿y cuál es el problema?

- Pues eso, aquí cerca hay un paraje natural, esto es lo que se llama suelo no urbanizable de especial protección – advirtió el alcalde

- ¿te crees que soy idiota?

- Para nada Don Jesús, yo sé que estas cosas suelen hacerse con frecuencia, pero acaba de salir en los periódicos lo del alcalde de Orihuela y todo su séquito, en cierto modo nos salpica, los Verdes empiezan a apuntarnos con el dedo, la prensa espera con impaciencia otro titular de este tipo, usted me entiende, el Fiscal Anticorrupción no ha resultado tan ineficaz como pensábamos, no corren buenos tiempos, nadie nos va a hacer la vista gorda esta vez.

- Entiendo, sólo tienes que hacer lo que te digo, el resto déjalo de mi cuenta - dijo Don Jesús con aire grave mientras observaba las tierras

- No sé, tengo que pensarlo, la cosa está muy movida ahora como usted sabe.

- y si es por dinero no te preocupes, sé que al ayuntamiento apenas le quedan fondos, también he oído que algunos vecinos se han asociado para protestar contra la gestión de tu ejecutiva, no querrás echarlo todo a perder a estas alturas.

- es cierto, la oposición nos está ganando mucho terreno, incluso estoy empezando a desconfiar de alguno de mis allegados.

- ¿entonces? no te queda alternativa, todo va a salir bien ya lo verás, estos 3.000 metros cuadrados nos van a hacer de oro sin que se oiga ni el zumbido de una sola mosca

- Jajaja no sé por qué siempre acaba usted teniendo razón Don Jesús ¿le apetece una copa en el Space?

- No gracias, tengo que hacer unas gestiones urgentes, he quedado a las nueve, manténgame informado sobre este asunto lo antes posible.

- De acuerdo, en cuanto pueda me pondré en contacto con Luis Sempere, es él quien nos asesora en estos temas de urbanismo, usted ya sabe.

- Sí, pero tenga cuidado, no se me vayan a rajar. Hasta pronto.


El Señor Moya salió de aquel camino de gravilla después de estrechar la mano del alcalde y se dirigió con prisa hacia el Mercedes. Sus ojos eran de un azul verdoso, tenía la cara roja, como inflada, y llevaba una camisa blanca con rayas negras verticales ligeramente desabrochada por el cuello. Arrancó el coche y desapareció dejando atrás toda la huerta que quedaba.


Alberto Medina tiene al tipo perfecto


Un poco más tarde de las nueve de la noche llegó a su cita, se detuvo un instante ante la puerta observando aquellas viejas construcciones que la brisa del mar había ido deteriorando progresivamente, era un edificio pegado a la costa, su dedo índice se clavó en el botón metálico que estaba marcado con un letrero gris "ático B"

- Soy Jesús, abre.

Estuvo atusándose con las manos aquella intratable melena, se miraba en los espejos, intentaba disimular algunos signos de alopecia mientras el viejo ascensor se iba acercando a la última planta. Le abrió la puerta una señorita de unos 25 años, ligeramente vestida con una falda corta y un top rosa de tonos claros que dejaba entrever sus pezones.

- pase - dijo mirándolo con picardía


Allí sentado le esperaba un tipo siniestro que sujetaba una copa de whisky, era Alberto Medina, con una mirada oscura le dirigió una sonrisa decadente.

- Hombre, cuánto tiempo ¿qué te trae por aquí? – dijo Medina
- Nada en especial, he visto que tienes nuevas chicas – respondió un apagado Don Jesús
- Sí, la verdad es que ha llovido mucho desde la última vez que nos vimos, por aquí las aguas andan muy revueltas, digo yo que algún asunto sucio te traerás entre manos para haber venido a molestarme a mi casa – Medina se mojaba los labios esperando con paciencia la respuesta del señor Moya
- Bueno... en realidad, a parte de echar un buen polvo con alguno de tus últimos fichajes, venía a pedirte un favor...
- Suelta
- Mira, tengo buenas noticias parta nuestros bolsillos, acabo de convencer al alcalde de Torrevieja y esto va a ser el pelotazo del año; quería saber si podía contar con tu apoyo en el caso de que las cosas se pongan feas, ya sabes, tú a parte de tus movidas estás muy bien relacionado con las altas esferas de esta zona, te conoces a todos los constructores desde que empezaste a vender yeso del bueno jajaja ¿te acuerdas?
- Sí, jaja; qué vueltas da la vida, parece mentira que tengas que venir tú a pedirme favores, cómo cambian los tiempos... – asintió con aire irónico
- Además sé que tú eres capaz de todo si se tuercen las cosas, ¿me entiendes? – insistió Don Jesús
- Sí, por supuesto; dígame concretamente que puedo hacer por usted y acto seguido corra a aquella habitación a relajarse con Milagritos, que le hace falta, se lo digo yo
- Lo primero de todo tienes que buscarme un topo, una persona que esté relacionada con esta gente pero que no dé demasiado el cante, tú sabes lo que quiero decir...
- Entiendo – asintió Medina
- Yo había pensado en aquel camarero que trabajaba en el Sotavento, ese restaurante donde solían acabar todas las reuniones de negocios importantes y que estaba a pie de la costa.
- Sí, el Sotavento sigue como siempre, cierra a las diez de la noche entre semana pero algunos clientes especiales se pueden quedar hasta las doce para hablar de asuntos más delicados, se mueve mucha pasta en esas charlas en apariencia banales, cómo se nota que se ha ido usted haciendo mayor, esta misma tarde estuve por allí – aseguró Alberto con su particular ironía.
- Pues búscame un hombre de confianza que trabaje allí sirviendo las mesas, necesito saber lo que se cuece en esas reuniones para ir pisando sobre terreno seguro – ordenó Don Jesús.
- No se preocupe usted, y váyase a aquella habitación que le noto muy cansado, póngase una copa y relájese que le hace falta, yo encontraré a ese camarero en cuanto haya acabado usted de echar un polvo se lo aseguro jajaja

Don Jesús Moya se levantó notablemente estresado por el día de aquel sillón forrado de cuero y se dirigió por un pasillo hacia la puerta entreabierta, atraído por el perfume de la misma chica que horas antes le había dado la bienvenida. Por su parte, Medina cogió su teléfono móvil sin soltar el enorme vaso de whisky dispuesto a hacer una llamada, tenía al tipo perfecto, su nombre era Sean O´feach.


Sean O´feach

Sean O´feach había aterrizado en la Costa Blanca hace ya casi 10 años y después de pasar por varios trabajos (entre ellos guardaespaldas del propio Alberto Medina) se estableció definitivamente como camarero en el Sotavento, era el hombre de confianza del dueño. Su aspecto rudo, silencioso, y a la vez amable en el trato fue lo que le llevó a ocupar el último turno, servía las mesas desde las nueve de la noche hasta la hora en que debía cerrar. Su personalidad resultaba extraña para los que le conocían más a fondo pero en el bar pasaba desapercibido, como buen irlandés le gustaba de beber buenos tragos en sus breves descansos, tenía una sonrisa entre amable y macabra que parecía esconder algo, pero nadie de allí conocía realmente nada de su vida privada. Cuando recibió aquella llamada, Sean respondió sin vacilar que estaba dispuesto a hacer todo lo que estuviera en su mano, después de todo le debía mucho a Alberto, ni siquiera reclamaba dinero. Así que cuando algunos empresarios de la zona, dueños de inmobiliarias, políticos, constructores, etc. se reunían para cenar y tratar sus asuntos O´feach se encargaba de que la charla se prolongara hasta altas horas de la noche y agudizaba al máximo su oído para captar información relevante, para él no era demasiado complicado ya que los temas y las personalidades que frecuentaban aquel restaurante eran casi siempre repetidas y Sean se sabía al dedillo cada uno de los chanchullos que se traían entre manos, como él solía decir “con 5 copas de más el pez acaba mordiendo el anzuelo”, y créanme si les digo que él era todo un experto en servir buenas copas de whisky.

Antes de acabar de limpiar todas las mesas y cerrar el restaurante, O´feach se quedaba bebiendo y charlando con dos compañeros de trabajo, lo cierto es que normalmente se limitaba a beber y a escuchar.

- cuánto disparate junto, y pensar que esta gente podrida de dinero se juega el cuello por amasar una mayor fortuna... – decía Juán desde dentro de la barra

- sí, así de puta es la ambición, hoy he servido a un tal Jesús… ese hombre tiene el dinero por castigo, y aún así sigue obsesionado por hacerse con el poder de toda la zona – afirmó otro camarero desde el taburete mientras apuraba un cigarrillo

- son caciques ¿pero este es el juego aquí no? parece mentira que llevéis tantos años en este sitio, venga chicos que hay que abrir mañana– apuntó O´feach golpeando con sus gruesas manos sobre la barra.


Después de cerrar y como de costumbre Juán acercó a Sean a su casa en la calle Marcelino, 13, se despidieron entre risas de cansancio, mantenían buena relación, quedaron para el Jueves a las 7 de la mañana en el puerto, ambos eran aficionados a la pesca.


¿Has leído los periódicos?

El día Jueves 18 de Febrero de 2006 hacía una mañana tranquila, el aire envuelto en una espesa niebla humedecía hasta los huesos del más recio de los irlandeses , Sean había estado esperando en el puerto durante casi una hora la llegada de Juan pero éste no aparecía. En un primer momento pensó que serían simplemente unos minutos, pero viendo que no llegaba se puso a pescar en solitario. A las 8:30 recibió una llamada, pensó que sería Juan pero cuando sacó el móvil vio el nombre de “Alberto Medina”

- Sí, dime Alberto

- ¿Has leído los periódicos esta mañana? – le preguntó

- No, ya sabes que sólo leo prensa deportiva de cuando en cuando – respondió O´feach

- Pues haces mal, hay que estar informado de todo lo que se cuece por la zona ¿tú conocías a Juan, el chico que trabajaba en la barra del Sotavento?

- Sí, precisamente había quedado con él para pescar esta mañana pero no ha aparecido; seguramente se habrá quedado dormido, últimamente lo notaba con mucho cansancio. – dijo

- Lo siento Sean, han encontrado su cadáver en un domicilio de la calle Félix Rodríguez de la Fuente, nº 3 – le anunció Alberto

- No puede ser, si era un tío muy bueno, me cuesta creerlo ¿cómo ha sido? ¿quién ha podido hacer algo así?

- No lo sé. En el periódico sólo viene que el portero del edificio tuvo que llamar a los bomberos ante el olor que despedía su apartamento. Cuando los bomberos echaron la puerta abajo vieron el cadáver chamuscado del hombre, sentado en el sofá frente a un televisor encendido. Lo encontraron todo en orden, no aparecían signos de violencia y tenía la cartera repleta de euros. También dice que la puerta de su apartamento estaba cerrada por dentro con la llave puesta. – le explicó Medina

- Me parece increíble, pero has dicho que era la calle Félix Rodríguez. Eso está al lado de un bar irlandés que conozco muy bien y que muchas veces hemos frecuentado juntos. Juan no vivía ahí. Qué hijos de puta, esto me huele fatal. – advirtió Sean


- Vaya, no sabía que le tuvieras tanto apego – dijo Alberto

- Pues sí, era de las pocas personas con las que mantenía un contacto lejos de toda vuestra basura, con él podía hablar sin tener que pensar en que me la estaba jugando, era buena gente

- Ok, siento haberte dado esta mala noticia

- sí - masculló Sean

- Pero a pesar de todo, lo que acordamos sigue en pie ya sabes. Bueno te dejo, no caviles demasiado acerca de la muerte de Juan, ten claro que no tiene nada que ver con estos asuntos, yo también le tenía aprecio, nunca olvidaré cómo descorchaba las botellas de vino.

A pesar de las últimas palabras de Alberto Medina, Sean O´feach se quedó muy pensativo y empezó a desconfiar gravemente de toda la explicación sobre la muerte de su amigo. En primer lugar ¿por qué le había llamado precisamente Alberto para darle aquella noticia? tal vez el hecho de que supiera que se conocían y trabajaban juntos fuera suficiente pero ¿cómo sabía que se trataba del cuerpo de Juan? en los periódicos todo estaba muy fresco aún, “encontraron el cadáver de un hombre en su apartamento con la televisión encendida...” ¿quién era el hombre? ¿Juan? probablemente no había dado tiempo ni si quiera a reconocer el cuerpo del fallecido.

El irlandés recogió todo su equipo de pesca y se dirigió al quiosco más cercano para comprar la prensa, estuvo leyendo la noticia, efectivamente el cadáver no había sido reconocido todavía y tampoco aparecía el nombre del fallecido por ningún lado, las cosas empezaban a desencajarse por completo, sus peores sospechas se iban confirmando poco a poco, aquella conversación con Alberto Medina tenía pinta de jugada sucia; además Juan nunca vivió en la calle Félix Rodríguez de la Fuente, en el periódico ponía que lo habían encontrado en ese apartamento, O´feach caminaba intentando hacer memoria y asociando los lugares, “calle Félix Rodríguez, ese bar irlandés”, recordó que una noche él y Juan acabaron durmiendo en el apartamento de la citada calle porque éste no estaba en condiciones de coger el coche, pero nunca supo quién era el propietario de aquel piso ni por qué su amigo tenía las llaves.

Sean llegó a su casa y se tumbó en el sofá, necesitaba descansar y poner un poco en orden sus ideas. La mañana empezaba a clarear, la niebla había desaparecido por completo y las calles empezaban a poblarse de gente. Eran ya las diez de la mañana cuando O´feach entró en un profundo sueño.


Sólo fiambre

A las cinco y cuarto se despertó sudando como un cerdo, estaba nervioso y no podía distinguir muy bien la realidad de lo que había sucedido, faltaban unas dos horas para volver al trabajo pero sabía que era incapaz de entrar al Sotavento esa tarde. Cogió el periódico y al ver la noticia una vez más se aseguró de que no se trataba de una pesadilla, en su cabeza solo un nombre se repetía obsesivamente, Alberto Medina.

El suelo encharcado de sangre, al fondo del bar alguien descuelga un teléfono, las mesas están todas recogidas con las sillas por encima y en la barra brillan los dos últimos vasos de la noche. El tipo de la gabardina huyó tan deprisa que cuando el camarero advirtió lo sucedido ya era demasiado tarde, se sentía como un inútil hablando con la policía, recordó los tiempos en los que solían suceder cosas así por la zona y un pequeño escalofrío recorrió su espalda. Al poco tiempo Sean apareció por la puerta contemplando la escena, luego salió disparado hacia su viejo coche.

Esta vez O´feach estaba poseído, sus grandes ojos inyectados de ramificaciones rojas con pronunciadas ojeras acentuadas por las pocas horas de sueño, las manos temblorosas al volante, el pie tensado sobre el acelerador. Llegó a la puerta del apartamento de Alberto Medina haciendo lo posible por tranquilizarse, encendió un cigarrillo consumiéndolo con lentitud entre sus labios apretados mientras contemplaba por unos minutos el vaivén de las olas en el mar. Tocó el timbre, esperó unos segundos hasta que le abrieron la puerta de abajo y fue subiendo las escaleras hasta el ático. Cuando estaba entrando por el pasillo sus nervios se habían calmado bastante, en el salón Alberto le recibió con su sonrisa característica, sentado como de costumbre en un sillón forrado de cuero negro le alcanzó un largo vaso de cristal, la señorita se encargó de cargarlo con el mejor whisky irlandés que había en la casa.

- para que no pienses que te trato como a los otros, relájate y prueba este seco irlandés de gran reserva – dijo amablemente Alberto

Para cuando dijo eso Sean ya estaba acomodado con su vaso de whisky entre las manos, lentamente sorbía sin mediar palabra, de cuando en cuando escrutaba los ojos de Medina que se puso a hablar sobre la desgraciada muerte de Juan. O´feach siempre era así de callado, por lo que a Medina no le sorprendió su actitud.

- y bueno, dime algo ¿cómo estás ahora chico? ¿no deberías estar en el trabajo?

El irlandés asintió con la cabeza antes de acabar de un largo trago con el whisky, no lograba detener sus pensamientos, hubo un momento en que estuvo a punto de hacerle unas cuantas preguntas acerca de la muerte de su amigo pero intuyó que de nada serviría. Sus ojos recorrían de arriba a abajo la pose de Medina, se detuvo en su bigote mojado de saliva por la parte de abajo a causa de sus extraños movimientos de boca, un asco irrefrenable empezó a apoderarse de él, aunque de su apariencia fría no se podía deducir que estaba deseando cargarse a aquel tipejo. El odio recorría su sangre seca de irlandés curtido mientras Alberto se ponía a bromear recordándole su pasado como terrorista del IRA.

- Nunca olvides que te salvé el pellejo y te traje a este magnífico lugar para que fueras guardaespaldas de alguno de mis colegas, ya sé que el tiempo ha pasado y has hecho mejor vida, pero sabes que me debes mucho amigo, nunca lo olvides.

O´feach procuró mirarlo con indiferencia, pero no aguantaba más aquella situación.

- Hombre, se nos ha acabado el whisky ¿quieres otra copa?

- No Alberto gracias- dijo el irlandés

- Es raro en ti – respondió éste

Alberto Medina se movió para alcanzar otra botella mientras gritaba llamando a una de las chicas con la cabeza doblada. Inmediatamente O´feach se levantó del asiento y rompió con violencia los bordes del vaso golpeándolos contra la mesa, atacado por la ira se abalanzó sobre Alberto que estaba girando la cabeza para reincorporarse, no podía pedir ayuda, el irlandés le había incrustado el vaso partido en la misma garganta, a la derecha de su pronunciada nuez. La sangre se derramaba lentamente, los ojos de Medina se iban apagando entre guturales sonidos de agonía, O´feach seguía apretando con firmeza el vaso sobre la carne hasta estar completamente seguro de que aquel tipo era ya sólo fiambre.

13 julio, 2006

Era mediados de Enero y Manolo estaba cambiando de vida. La única diferencia era que esta vez ya no bebía ni fumaba marihuana. Acababa de salir de un centro de rehabilitación y se dirigía a su casa tras seis duros meses de internamiento voluntario. Pero durante ese tiempo su hijo se había largado con una chica y a su mujer se le había metido otro hombre en la cabeza. Cuando llegó, abrió la puerta y Susan le recibió con un cálido abrazo. Después de la primera emoción, salió a recoger leña a las afueras de la ciudad. Luego se puso a preparar el fuego mientras Susan hacía chocolate, estaba feliz a pesar de la ausencia del hijo. El primer tronco comenzó a prender cuando llamaron a la puerta. Pasaron unos minutos y se acomodaron juntos cerca del fuego, Manolo se frotaba las manos mientras ella le iba contando todo lo sucedido en aquellos meses. Era previsible lo de su hijo. Luego le contó lo de Roberto, que tenía que abandonar aquella casa, que había una orden de alejamiento y que le quería. Aquella noche estuvieron conversando hasta bien entrada la madrugada, hicieron el amor en el sofá, luego se quedaron dormidos hipnotizados por el resplandor de las últimas brasas.

Se levantó de la mesa y pagó las tres cervezas que acababa de engullir, recogió su mochila, compró un cartón de Ducados y se dirigió hacia la terminal 4. En el vagón estuvo echándole un vistazo a los anuncios del periódico, había uno de un tal Eduardo que alquilaba una habitación por un módico precio en su propio apartamento, llamó sin pensarlo. Luego se reclinó el asiento y soñó con plantas de marihuana. El tren llegó a su destino, era una pequeña ciudad desconocida llamada Eforia, al sureste de la península. Revisó la dirección del apartamento, andó como un kilómetro y llamó a la puerta. Hola, venía por la habitación. Entraron en casa, el tal Eduardo tenía una acusada cicatriz en el ojo derecho que hacía que éste parpadeara con frecuencia. La casa era pequeña, el salón estaba bien amueblado con una tele vieja y una encimera plegable que servía de mesa para las comidas, una mujer entrada en carnes le iba explicando todo sobre la casa y algunas pequeñas costumbres de los horarios que mantenían tanto ella como Eduardo, se llamaba Bea. "Esta es nuestra habitación y aquí al lado está el cuarto que hemos decidido alquilarle, es la primera vez que lo hacemos, necesitamos algo de dinero extra."

La pareja se alejó dejando que Manolo se acomodara en aquel recinto, tiró la mochila al suelo y se sentó en un borde de la cama. Comprobó que las sábanas olían bien, en frente tenía un armario con el que se las podía apañar, sacó algunos chismes de su bolsillo y los dejó caer sobre la mesilla que había a su derecha. Luego se echó un rato, contemplaba el techo tranquilamente, pensaba en su vida de ahora y en lo que vendría después, en el techo se dibujaban los reflejos ocres del anochecer, dobló el cuello y observó que había una pequeña ventana que daba a la ciudad, las altas chimeneas de las fábricas extendían su vómito de humo por todo el cielo, Manolo sacó una especie de diario y escribió: 20:30, ventana diminuta, vida en gris no tardará en volverse noche.

11 julio, 2006

Raymond Carver

Escritor y poeta estadounidense nacido en Clatskanie, Oregón. Vivió en docenas de lugares trabajando en ocupaciones ocasionales y mal pagadas, debatiéndose en la más absoluta de las pobrezas, con un matrimonio destrozado, con graves problemas de alcohol durante varios años. Además de libros de poemas, Un sendero nuevo a la cascada (1985) y Bajo una luz marina (1986), publicó cuatro volúmenes de relatos que lo acreditaron como uno de los mejores escritores norteamericanos de la década: ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? (1976), De qué hablamos cuando hablamos de amor (1981), Catedral (1983) y Tres rosas amarillas (1988). Los libros de Carver están formados por relatos cortos que reflejan los dramas aparentemente más triviales, las catástrofes silenciosas de la gente más común, que poseen la capacidad de provocar una impresión fortísima, una indeleble conmoción. Dotado de un apreciable escepticismo y resentimiento, mediante una técnica escueta y directa, carente de adornos estilísticos, casi minimalista, dibuja una gama de anónimos perdedores de una sociedad que parece haberse olvidado de ellos: desempleados, alcohólicos, divorciados, seres solitarios que van hacia la deriva y que no tienen otra cosa que hacer sino mirar la televisión, evitando mirar a su propio interior y comprobar que no son más que sombras cargadas de desesperanza. En 1988, cuando estaba en su mejor momento, porque había dejado de beber, tenía una estimulante relación amorosa con la poeta Tess Gallagher y se había convertido en el mejor cuentista vivo estadounidense, se le detectó un cáncer de pulmón. Murió en Port Angeles, Washington ese mismo año.

Miedo

Miedo de ver una patrulla policial detenerse frente a la casa.
Miedo de quedarme dormido durante la noche.
Miedo de no poder dormir.
Miedo de que el pasado regrese.
Miedo de que el presente tome vuelo.
Miedo del teléfono que suena en el silencio de la noche muerta.
Miedo a las tormentas eléctricas.
Miedo de la mujer de servicio que tiene una cicatriz en la mejilla.
Miedo a los perros aunque me digan que no muerden.
¡Miedo a la ansiedad!
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo de quedarme sin dinero.
Miedo de tener mucho, aunque sea difícil de creer.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y de llegar antes que cualquiera.
Miedo a ver la escritura de mis hijos en la cubierta de un sobre.
Miedo a verlos morir antes que yo, y me sienta culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre durante su vejez, y la mía.
Miedo a la confusión.
Miedo a que este día termine con una nota triste.
Miedo a despertarme y ver que te has ido.
Miedo a no amar y miedo a no amar demasiado.
Miedo a que lo que ame sea letal para aquellos que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado tiempo.
Miedo a la muerte.
Ya dije eso. "

03 julio, 2006

Carver tengo esperanza
de que Ricardo Reis te invite a un trago
en el edén de una realidad paralela.

Estás ciego donde quiera el alcohol
desprender su turbio aroma,
estás ciego,
estás bebiendo con un fantasma
sentado en una silla de literatura.

Quien no existe está menos solo,
Ricardo vive sin haber nacido
y quiere invitarme a un trago esta noche.

Brindemos por Carver
y otros mortales sin atrevimiento.

Porque vivir es menos arriesgado,
y además no sabemos
- brindemos también por Pavese-
tal vez ni queremos.

27 mayo, 2006

milonga del olvido

olvidaremos las monedas
con las que compramos la ropa
y el alimento que nos sostiene,
los inoportunos adioses,
las heridas con marca, los rasguños

olvidaremos playas que nunca existieron,
estrellas de plástico en la noche inmensa,
labios como ráfagas de viento,
escrúpulos absurdos de carne mortal

olvidaremos a los hombres y mujeres
que quisieron adularnos, vendernos
como inocentes cromos
que hartos de arrastrarse por el suelo
nunca marcaron su verdadero precio

olvidaremos, olvidaremos quizá
que hemos perdido el rumbo de la historia,
que tenemos las manos atadas
a un vagón plagado de carteles
que ni siquiera nos preguntan
si queremos probar

el oleaje del olvido irá borrando
las huellas impertinentes del tiempo,
la falsa belleza de nubes pasajeras,
el suculento carmín de las ensoñaciones

solo quedará el origen puro
de aquella vida sin deseo,
un amanecer profundo y total
que no logramos recordar aquí

porque venimos desnudos a la tierra
queremos olvidar que somos feos
marcándonos un rumbo, direcciones
que la existencia espolea
mientras se burla de nosotros

siempre quedará esto,
el barro, la sangre,
el fuego de los años que laten sin voz,
sensitivas sutilezas
que tantas veces despreciamos

rumor que acaricias el agua
con tu espuma chispeante,
flor que tus pétalos derramas
y nos indicas el camino

olvidándonos así
de nuestra absurda importancia

sucias gaviotas se tambalean en el cielo

01 mayo, 2006

Después de tanto whisky te volví a chillar y estuve a punto de pegarte, luego saliste corriendo hacia tu casa y me sentí mal, abandonado, apoyado sobre la sucia barra de madera seguí tragando resina de azufre hasta reventar, era incapaz de llorar en semejante estado, iba tragando todo lo que me ponían delante, imagínate, pero aún así toda esta borrachera, este delirio casi tremens que desencadenaste en mis neuronas hace tanto tiempo sigue clavado en un recuerdo de ceniciento jazmín, empedernido hasta la destrucción seguí bebiendo en la memoria besos lejanísimos, me decían que sólo pensaba en mí, nadie me hacía caso, no lo recuerdo, “dejarme en paz”; amanecía, las paredes se tintaban de negro por las calles, me apoyé en un coche y empecé a dormitar entre vaivenes, el tiempo es el mayor enemigo de los aterrizajes sin espacio, no puedo volver a ahogarme en esas cuatro paredes... pero aquel delirio, aquella pasión desenfrenada casi obsesiva que no supe expresar sentimentalmente y que ahora quema y me arrincona en la autodestrucción de un sueño que siempre supe imposible, joder, este borracho tiene que aprender a mentir antes de que caiga en el asfalto vomitando mariposas ¿cuántos días lograré que se mantenga erguido sobre sus propios pies? ¿cuántos años más resistirá solo abrazándose en el aire podrido? hoy que la verdad es el armamento de los débiles ¿mañana? ja a veces tengo ganas de comprarme una pistola, quizá, si ni siquiera soy capaz de llorar porque te fuiste, definitivamente deliro, el vaso se quedó sin cubitos compañero, ponga algo más fuerte y si puede ser, definitivo.

23 abril, 2006

Conversación con el señor borracho antes de dormirnos

¿no ha tocado usted nunca el interior de una pantalla?
¿qué se siente en las manos frías de la pasión metálica?

- son tus propias manos acariciando un cuerpo que no existe
es tu piel flotando con tus ojos sobre el puerto

¿qué se siente? pregunto

- restos de amanecer golpeando tus neuronas,
ojos secos que saben demasiado
como para ponerse a llorar

¿alguien a parte de usted sabe lo que digo?

22 abril, 2006

[Stefanía aparecía muriéndose] de Leopoldo María Panero

Stefanía aparecía muriéndose
la lengua penetraba la cerradura de una puerta que alguien
había cerrado para siempre.
¿Quién era?
¿Quién era aquel desconocido dueño de todas las llaves?
¿Qué color tienen sus ojos?
No tienen pupilas sólo dos agujeros sin fin.
Dos huecos como laberintos donde nos perdemos y no
volvemos jamás atrás.
El dueño de las llaves nos ha encerrado aquí dentro,
nos ha encerrado en sus ojos en sus agujeros,
en el laberinto hueco que no conduce ni al norte ni al sur.
Nos quedamos allí, inmóviles aprisionados en sus ojos
huecos.

20 abril, 2006

Grandes bolsas de plástico,
no puedes poner una carga tan grande
en brazos tan dubitativos,
huesos frágiles que no te comprenden,
bolsas agujereadas por el frío,
aquí no te dejan volar.

08 abril, 2006

Ángel González (Autobiografía)

Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...

"Nací en Oviedo en 1925. El escenario y el tiempo que corresponden a mi vida me hicieron testigo -antes que actor- de innumerables acontecimientos violentos: revolución, guerra civil, dictaduras. Sin salir de la infancia, en muy pocos años, me convertí, de súbdito de un rey, en ciudadano de una república y, finalmente, en objeto de una tiranía. Regreso, casi viejo, a los orígenes, súbdito de nuevo de la misma Corona.

Zarandeado así por el destino, que urdió su trama sin contar nunca con mi voluntad, me resigné a estudiar la carrera de Leyes, que no me interesaba en absoluto, pero que tampoco contradecía la costumbre, casi norma de obligado cumplimiento ("todo español es licenciado en Derecho mientras no se demuestre lo contrario"), a la que se sometían en su mayor parte los jóvenes de mi edad y de mi clase social -clase media, transformada en mi caso, como consecuencia de la guerra civil, en muy mediocre.

Larga y prematuramente adiestrado en el ejercicio de la paciencia y en la cuidadosa restauración de ilusiones sistemáticamente pisoteadas, me acostumbré muy pronto a quejarme en voz baja, a maldecir para mis adentros, y a hablar ambiguamente, poco y siempre de otras cosas; es decir, al uso de la ironía, de la metáfora, de la metonimia y de la reticencia. Si acabé escribiendo poesía fue, antes que por otras razones, para aprovechar las modestas habilidades adquiridas por el mero acto de vivir. Pero yo hubiese preferido ser músico -cantautor de boleros sentimentales- o tal vez pintor. Fui, en cambio, funcionario público. En 1970 vine por vez primera a América -México y EE. UU.-, y empecé a quedarme por ese continente a partir de 1972 (profesor visitante en las universidades de New Mexico, Utah, Maryland y Texas). En la actualidad, enseño literatura española contemporánea en la Universidad de New Mexico."
ÁNGEL GONZÁLEZ.


una tarde nos lo dijo, y me dedicó su obra, el hombre está algo mayor, "no se puede describir con palabras lo que es mantener una pequeña conversación (apenas dos frases) con Ángel, a pesar de su edad el poeta estaba bien acompañado, os lo puedo asegurar...

03 abril, 2006

cenizas y lágrimas

Aquel día era el segundo en que me venía ese recuerdo en tan sólo una semana, no estoy completamente seguro si se trataba de un recuerdo o si era más bien una pesadilla, en circunstancias así es difícil mantener una pauta constante tanto en la atención de la memoria como en la disciplina creativa que aquel proyecto me exigía. A. se levantaba con el pelo revuelto y me miraba cariñosamente después de andar unos pasos hasta la barra plegable que nos servía de mesa en todas las comidas, seguidamente volvía de nuevo hacia la cama donde la esperaba con esa extraña y bella sensación que sólo en determinados instantes se desata en nosotros como un ideal puro del deseo, sentada en un borde del colchón me acariciaba el brazo con ternura, en ese momento yo cerraba los ojos, no sentía el dolor pero algo como un cuchillo atravesaba mi pecho y la sangre brotaba incesante, derramándose con lentitud por toda la colcha.

Era ya la segunda vez que aquello me sucedía, despertaba tembloroso y sudando como un cubito que lentamente se derrite, el frío era insoportable, tenía que salir al pequeño balcón con un cigarro entre los dientes, me fijaba en los niños que abajo jugaban felices, tan inconscientes como esa paloma que picaba con impaciencia algunos restos de comida, luego miraba el cielo, opaco, con extraños nubarrones aplacando la luz, definitivamente este verano no iba a ser bueno, me venían al encuentro como golpes otros períodos más felices de mi vida, por las mismas fechas, sentado en el acantilado junto a L., buceando en el fondo de este mar que lentamente se apoderaba del olvido, rebuscando conchas y piedrecitas entre la blanca arena, sentados frente a frente juntábamos nuestros descalzos pies y nos susurrábamos barbaridades… pero de aquello hacía ya una eternidad, quizá lo estuviera reproduciendo de una forma distorsionada, el cigarrillo seguía consumiéndose entre mis labios apretados, la ceniza iba cayendo sobre el techo de una furgoneta negra, yo jugaba con la idea de lanzarme tras ellas y caer desplomado, una muerte más merecida que la de aquella horrible pesadilla sin duda, sonreía medio loco y medio asustado, luego me metía para adentro y esperaba a que A. regresara para contarme sus estupideces, me pasaba horas estudiando la manera de rogarle un simple abrazo, estaba desconsolado, cuando oía la puerta ya no tenía fuerzas ni siquiera para dirigirle una mirada, una palabra, rotundamente había asumido aquello que le advertí “déjame espacio, necesito mi tiempo, tengo un montón de ideas ya verás, déjame solo, corre a divertirte y olvídame por una temporada”, no podía saber que me iba a acabar sintiendo de esta manera, en cierto modo era el culpable de mi propia situación, aquello empezó a generar un odio incontrolable hacia la que en otro tiempo fuera mi mejor amiga y amante, la misma mujer con la que tanto había compartido, la misma que ahora ni siquiera me miraba al cruzar hacia la habitación que decoramos juntos, todo había sido un error de mi parte, poco a poco el silencio iba alimentando un rencor insaciable contra el que intentaba luchar inútilmente, cenizas y lágrimas empezaron a inundar así el ritmo de todos los atardeceres.

13 marzo, 2006

Si alguna vez pedí perdón no tuve excusas para resarcirme luego de lo que no era sino la propia derrota por mí anunciada de un amor al que me entregué en la sombra, y cuya realidad era muy discutida en las altas horas de esta soledad que, enmarañada a aquella figura de mujer, se derramaba en mis pestañas junto al tenue latido del atardecer moribundo. Cuando me sentaba ahora en el borde de la cama, en la que pude haberla retenido horas antes de su marcha, simplemente me quedaba mirando el techo de aquel cuarto desahuciado con la lamparilla apagada y sus persianas cerradas por completo, podía comprender así lo que significaba la terrible oscuridad de haber amado algo que ha muerto para siempre en el mundo de lo sensible pero que sin embargo persistía en mi memoria, como esa mancha pura que el incienso del anochecer iba introduciendo poco a poco en el aire.

Aquella ropa que iba sacando del armario con sutileza conservaba el olor de ese perfume que tantas veces había presentido antes de abandonar la casa de mis padres, las faldas en las que con tanta ternura me había refugiado para abrazarme a sus piernas y que ahora se despedían de mí con crueldad y apenas una milésima de cariño, ni siquiera me había preocupado su actitud cuando comenzó a gestarse lo que más tarde sería una marcha definitiva, cuando con rostro indeciso me clavó aquella mirada rencorosa y me susurró al oído que no era más que un escritor fracasado, era obvio que ya por entonces empezaba a estar un poco harta de mí, “aquí me aburro bastante, voy a dar un paseo, luego nos vemos”.

En aquellos momentos no era consciente de lo que estaba sucediendo a mi alrededor, me pasaba las tardes desquiciado frente a la pantalla del ordenador intentando escribir algo parecido a una novela, la mesa estaba repleta de libros apilados contra la pared y notas sueltas con frases quizá geniales. A. no podía soportar mucho aquella dinámica, ahora empezaba a comprenderlo, apenas me decía una palabra sobre este tema y en un primer momento la incitaba a que saliera sola por ahí, me pareció buena idea que fuera a divertirse un poco con alguno de sus viejos amigos, intuía en sus ojos el cansancio de la rutina que con el tiempo aflora en cualquier amante pero jamás llegué a imaginar que sus sentimientos hacia mí se estuvieran envenenando, poco a poco llegaron los días en los que no me daba ni cuenta de cuándo se marchaba de casa, simplemente oía un portazo mientras seguía enfrascado en la trama de este rompecabezas sin fin.

10 marzo, 2006

I

El viaje había finalizado pero ya no conocía su casa, era incapaz de orientarse, ubicar un espacio propio en la memoria, el autobús abría sus puertas y rápidamente todos desaparecían de nuevo. Debes bajarte ahora amigo, le decía el conductor; por lo visto era la última parada del trayecto urbano. Bajó confundido de aquel armatoste y caminaba por las calles con un asombro inusitado, las calles eran nuevas para él, desconocidas, donde antes había una panadería ahora estaba la mansión de un reputado funcionario, paseaba y paseaba, nervioso, pensativo, cuando llegó al casco antiguo de la ciudad sentía como un estupor inexplicable se apoderaba de toda la razón que le quedaba, preguntas enmarañadas sobre signos de interrogación, un mendigo se protegía de las bajas temperaturas a la entrada de un comercio cerrado, qué hora sería, en lo alto de la torre de la catedral había un reloj pero era imposible distinguir sus agujas, farolas amarillentas y mortecinas alumbraban con escasez el espacio que sus pasos iban consumiendo hacia la oscuridad vertiginosa de la nada.

Horas más tarde, en aquel semáforo, alguien bajó de un coche negro, le sujetaba con fuerza, hasta que pudo obligarle a subir, y desaparecieron. Antes de que esto sucediera Javier se había parado a pensar en que llevaba muchos días sin dormir, que hacía mucho tiempo que no veía las calles iluminadas por la luz del sol, tal vez estuviera atrapado por algún motivo pero la cuestión era que se había olvidado completamente de lo que era un sueño ¿cuál era su hogar? ¿por qué no amanecía nunca? la angustia recorría todo su cuerpo, apoyado en un resquicio de la vieja plaza estuvo escarbando en los bolsillos de su pantalón hasta que logró encontrar algo, era el retrato de un chaval joven que sonreía sin necesidad pero ¿quién podría ser? ¿lo conocía? con la tenue esperanza que ese descubrimiento le acababa de brindar se reincorporó y continuó su marcha, distraído, hacia ningún lugar, hasta que sus pasos fueron detenidos por las cambiantes luces de un semáforo naranja.


II


Lo sacaron de aquel coche negro con las manos esposadas por detrás de la espalda y lo metieron en comisaría. Seguía sin recordar nada de lo sucedido, esperaba en una pequeña sala a que el jefe de policía terminara de interrogar a unos tipos que por lo visto habían intentado forzar la cerradura de una puerta para entrar en la casa de un conocido empresario de la zona. Javier era incapaz de distinguir aquellas voces, no podía seguir en la distancia aquel interrogatorio, su mirada se perdía en el techo de la sala junto a una luz amarillenta y temblorosa cuando lo llamaron para declarar.

- ¿su nombre?

- Javier Urbano

- ¿Sabe por qué está aquí no?

- Sinceramente no lo sé señor

- ¿cómo? ¿qué estuvo haciendo la pasada noche del 13 de Febrero?

- Disculpe, pero ahora mismo no lo recuerdo

El jefe de policía le miró con aire grave a los ojos, como si le estuviese tomando el pelo, pero tampoco quiso emplearse con demasiada dureza frente al acusado pues veía en sus pupilas apagadas que quizá no era realmente consciente de lo que había sucedido.

05 marzo, 2006

la ficción
que se llevó el viento
¿fue realidad?

¿importa?

03 marzo, 2006

“Cuando Miguel Hernández murió...”

Texto de Javier Lostalé

Cuando Miguel Hernández murió en la enfermería de la cárcel de Alicante, hace ahora sesenta y un años sus ojos no pudieron cerrarse. El forense que certificó su muerte fundamentó la imposibilidad de cerrarlos en un “síndrome típico de hipertiroidismo con sus fases de terror, con tríada de fijeza, insistencia y esplendor de la mirada”. Síntomas psíquicos puestos de manifiesto en su producción literaria: viveza mental y emotividad exagerada. “Este certificado que transcribe el Teniente Fiscal de la Audiencia de Alicante, Miguel Gutiérrez Carbonell, en su libro Proceso y expediente contra Miguel Hernández, ilumina, más allá de su muerte, el poder generador de la poesía del autor de Viento del Pueblo. Sus ojos permanecieron abiertos como sus versos, injertados pronto en un dolorido amanecer que fluyó íntimo y colectivo a través de una de las obras más desnudamente emocionantes de este siglo. Emoción destilada por “un corazón en el que arraiga solitariamente todo” (según leemos en uno de los poemas de Cancionero y romancero de ausencias), sin que nada se marchite en su propio calvario interior: al contrario, el pulso de cada una de sus heridas florece en el excavado vientre de Josefina, su esposa, y en el humus de los besos donde la boca se hunde en búsqueda del centro de la vida. Y la pasión no sucede nunca sola, sino que en su maleza de relámpagos ya alienta el hijo: “No te quiero a ti sola,/ te quiero en trascendencia,/ y en cuanto de tu carne descenderá mañana”, dice Miguel Hernández. Poesía fértil la del poeta de Orihuela. Escritura seminal en cada una de sus voces: la imaginativa y barroca de “Perito en lunas”, que como un juego mueve las palabras hasta hallarle el hueso a la realidad. La enajenada de El rayo que no cesa, que “llena de voltaje los modelos clásicos” –como afirma Leopoldo de Luis- y se nutre del ciclo doble de la naturaleza y la mujer. Voz nada platónica, en la que la tempestad amorosa arriba siempre en la playa de un cuerpo. La voz trasminada de pueblo, manchada de su “misma leche”, de “Viento del pueblo”. Voz dinamitada por el corazón de un esposo soldado que quiere así, en orales expresiones puras, hacerse sangre de todos. Voz oscura luego, sin oxígeno, enemiga, de El hombre acecha. Escritura seminal en cada uno de los libros de Miguel Hernández que alcanza su cima en el Cancionero y romancero de ausencia, donde el dolor acumulado, sin frontera entre lo íntimo y lo colectivo, la respiración moral del poeta, encuentra en sus raíces campesinas y en el cancionero popular murciano (como señala muy bien José Carlos Rovira) su voz más honda y transparente, la que funde vida, amor y muerte, mientras se afirma en sus “troncos de soledad” y se despeña por “barrancos de tristeza”. Voz embarazada por la ausencia de su hijo y el seco manantial del pecho materno; embarazada, pues a pesar del horizonte de tinieblas “a la luna venidera el mundo se vuelve a abrir”. Poeta de la fertilidad es Miguel Hernández, capaz de domeñar furia y emoción con un lenguaje cultivado como una planta, con sonido de cereal y celo. Poeta de la fertilidad por su cosmovisión, alimentada por la fuerza telúrica de Neruda y Aleixandre. Poeta generador de firmamentos dentro del espacio pequeño de un beso. Rayo vertical y horizontal en cruz de ser. Rayo que no cesa, Miguel Hernández, muerto por agotamiento a las cinco y media de la mañana de un veintiocho de marzo de 1942. Hora desde entonces convertida en placenta de un eterno amanecer.

08 febrero, 2006

Amarte,
llorar sobre tu vientre de amapola,
decirle adiós al mundo
que ha destruido mis empeños.
Abrir la puerta de otra voz.

31 enero, 2006

Estas rocas peladas por el frío
que miras sin reparar en un cielo desgarrado;
hoy que los años te escupen
sobre la memoria,
hoy que los años la nieve barre entre el romero;
puedes sentir el temblor de un niño
que sabe apedrear el aire.

30 enero, 2006

el mar
no termina donde señala el horizonte,
tenemos los ojos cansados,
arrastramos como un olvido permanente
de todo lo que nos aleja

27 enero, 2006

CONSEJOS A LOS JOVENES LITERATOS Charles Baudelaire

Los preceptos que se van a leer son fruto de la experiencia; la experiencia implica una cierta suma de equivocaciones; y como cada cual las ha cometido –todas o poco menos-, espero que mi experiencia será verificada por la de cada cual.

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DE LA SUERTE Y DE LA MALA SUERTE EN LOS COMIENZOS

Los jóvenes escritores que hablando de un colega novel dicen con acento matizado de envidia: "¡Ha comenzado bien, ha tenido una suerte loca!", no reflexionan que todo comienzo está siempre precedido y es el resultado de otros veinte comienzos que no se conocen.
... creo más bien que el éxito es, en una proporción aritmética o geométrica, según la fuerza del escritor, el resultado de éxitos anteriores, a menudo invisibles a simple vista. Hay una lenta agregación de éxitos moleculares; pero generaciones espontáneas y milagrosas jamás. Los que dicen: "Yo tengo mala suerte", son los que todavía no han tenido suficientes éxitos y lo ignoran.
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Libertad y fatalidad son dos contrarios; vistas de cerca y de lejos son una sola voluntad. Y es por eso que no hay mala suerte. Si hay mala suerte, es que nos falta algo: ese algo hay que conocerlo y estudiar el juego de las voluntades vecinas para desplazar más fácilmente la circunferencia.
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DE LOS SALARIOS

Por hermosa que sea una casa es ante todo —y antes de que su belleza quede demostrada— tantos metros de frente por tantos de fondo. De igual modo la literatura, que es la materia más inapreciable, es ante todo una serie de columnas escritas; y el arquitecto literario, cuyo sólo nombre no es una probabilidad de beneficio, debe vender a cualquier precio. Hay jóvenes que dicen: "Ya que esto vale tan poco, ¿para qué tomarse tanto trabajo?" Hubieran podido entregar trabajo del mejor; y en ese caso sólo hubieran sido estafados por la necesidad actual, por la ley de la naturaleza; pero se han estafado a sí mismos. Mal pagados, hubieran podido honrarse con ello; mal pagados, se han deshonrado. Resumo todo lo que podría escribir sobre este asunto en esta máxima suprema, que entrego a la meditación de todos los filósofos, de todos los historiadores y de todos los hombres de negocios: "¡Sólo es con los buenos sentimientos con los que se llega a la fortuna!"
Los que dicen: "¡Para qué devanarse los sesos por tan poco!" son los mismos que más tarde quieren vender sus libros a doscientos francos el pliego, y rechazados, vuelven al día siguiente a ofrecerlo con cien francos de pérdida. El hombre razonable es el que dice: "Yo creo que esto vale tanto, porque tengo genio; pero si hay que hacer algunas concesiones, las haré, para tener el honor de ser de los vuestros".


DE LAS SIMPATÍAS Y DE LAS ANTIPATÍAS


En amor como en literatura, las simpatías son involuntarias; no obstante, necesitan ser verificadas, y la razón tiene ulteriormente su parte. Las verdaderas simpatías son excelentes, pues son dos en uno; las falsas son detestables, pues no hacen más que uno, menos la indiferencia primitiva, que vale más que el odio, consecuencia necesaria del engaño y de la desilusión. Por eso yo admiro y admito la camaradería, siempre que esté fundada en relaciones esenciales de razón y de temperamento. Entonces es una de las santas manifestaciones de la naturaleza, una de las numerosas aplicaciones de ese proverbio sagrado: la unión hace la fuerza. La misma ley de franqueza y de ingenuidad debe regir las antipatías. Sin embargo, hay gentes que se fabrican así odios como admiraciones, aturdidamente. Y esto es algo muy imprudente; es hacerse de un enemigo, sin beneficio ni provecho. Un golpe fallido no deja por eso de herir al menos en el corazón al rival a quien se le destinaba, sin contar que puede herir a derecha e izquierda a alguno de los testigos del combate. Un día, durante una lección de esgrima, vino a molestarme un acreedor; yo lo perseguí por la escalera, a golpes de florete. Cuando volví, el maestro de armas, un gigante pacífico que me hubiera tirado al suelo de un soplido, me dijo: "¡Cómo prodiga usted su antipatía! ¡Un poeta! ¡Un filósofo! ¡Ah, que no se diga!" Yo había perdido el tiempo de dos asaltos, estaba sofocado, avergonzado y despreciado por un hombre más, el acreedor, a quien no había podido hacer gran cosa. En efecto, el odio es un licor precioso, un veneno más caro que el de los Borgia,pues está hecho con nuestra sangre, nuestra salud, nuestro sueño ¡y los dos tercios de nuestro amor! ¡Hay que guardarlo avaramente!


DEL VAPULEO

El vapuleo no debe practicarse más que contra los secuaces del error. Si somos fuertes, nos perdemos atacando a un hombre fuerte; aunque disintamos en algunos puntos, él será siempre de los nuestros en ciertas ocasiones.
Hay dos métodos de vapuleo: en línea curva y en línea recta, que es el camino más corto. (...) La línea curva divierte a la galería, pero no la instruye.
La línea recta... consiste en decir: "El señor X... es un hombre deshonesto y además un imbécil; cosa que voy a probar" -¡y a probarla!-; primero..., segundo..., tercero...etc. Recomiendo este método a quienes tengan fe en la razón y buenos puños.
Un vapuleo fallido es un accidente deplorable, es una flecha que vuelve al punto de partida, o al menos, que nos desgarra la mano al partir; una bala cuyo rebote puede matarnos.


DE LOS MÉTODOS DE COMPOSICIÓN

Hoy por hoy hay que producir mucho, de modo que hay que andar de prisa; de modo que hay que apresurarse lentamente; pues es menester que todos los golpes lleguen y que ni un solo toque sea inútil. Para escribir rápido, hay que haber pensado mucho; haber llevado consigo un tema en el paseo, en el baño, en el restaurante, y casi en casa de la querida. (...) Cubrir una tela no es cargarla de colores, es esbozar de modo liviano, disponer las masas en tono ligero y transparentes. La tela debe estar cubierta –en espíritu- en el momento en que el escritor toma la pluma para escribir el título. Se dice que Balzac ennegrece sus manuscritos y sus pruebas de manera fantástica y desordenada. Una novela pasa entonces por una serie de génesis, en los que se dispersa, no sólo la unidad de la frase, sino también la de la obra. Sin duda es este mal método el que da a menudo a su estilo ese no se qué de difuso, de atropellado y de embrollado, que es el único defecto de ese gran historiador.


DEL TRABAJO DIARIO Y DE LA INSPIRACION
(...)
Una alimentación muy sustanciosa, pero regular, es la única cosa necesaria para los escritores fecundos. Decididamente, la inspiración es hermana del trabajo cotidiano. Estos dos contrarios no se excluyen en absoluto, como todos los contrarios que constituyen la naturaleza. La inspiración obedece, como el hombre, como la digestión, como el sueño.(...) Si se consiente en vivir en una contemplación tenaz de la obra futura, el trabajo diario servirá a la inspiración, como una escritura legible sirve para aclarar el pensamiento, y como el pensamiento calmo y poderoso sirve para escribir legiblemente, pues ya pasó el tiempo de la mala letra.


DE LA POESIA

En cuanto a los que se entregan o se han entregado con éxito a la poesía, yo les aconsejo que no la abandonen jamás. La poesía es una de las artes que más reportan; pero es una especie de colocación cuyos intereses sólo se cobran tarde; en compensación, muy crecidos. Desafío a los envidiosos a que me citen buenos versos que hayan arruinado a un editor.
(...)
¿Por lo demás, qué tiene de sorprendente, puesto que todo hombre sano puede pasarse dos días sin comer, pero nunca sin poesía? El arte que satisface la necesidad más imperiosa será siempre el más honrado.


DE LAS QUERIDAS

Si quiero acatar la ley de los contrastes, que gobierna el orden moral y el orden físico, me veo obligado a ubicar entre las mujeres peligrosas para los hombres de letras, a la mujer honesta, a la literata y a la actriz; la mujer honesta, porque pertenece necesariamente a dos hombres y es un mediocre pábulo para el alma despótica de un poeta; la literata, porque es un hombre fallido; la actriz, porque está barnizada de literatura y habla en "argot"; en fin, porque no es una mujer en toda la acepción de la palabra, ya que el público le resulta algo más preciosos que el amor.
(...)
Porque todos los verdaderos literatos sienten horror por la literatura en determinados momentos, por eso, yo no admito para ellos –almas libres y orgullosas, espíritus fatigados que siempre necesitan reposar al séptimo día-, más que dos clases posibles de mujeres: las bobas o las mujerzuelas, la olla casera o el amor. –Hermanos, ¿hay necesidad de exponer las razones?


15 de abril de 1846

25 enero, 2006

Bob el rabino



Habían transcurrido unos 5 años desde aquel accidente de moto que le mantuvo apartado de los escenarios, en aquel momento todo el mundo pensó que se había acabado para siempre el personaje, la prensa especulaba, y se llegaron a oír cosas tan disparatadas como que tenía una enfermedad incurable y que en pocos meses moriría. La verdad es que nadie sabía absolutamente nada de su paradero y ni siquiera era seguro que volviese a agarrar una guitarra, pero de ahí a todo lo que se oía por entonces era demasiado.


Un buen día alguien con pinta de rabino vino a visitarme, en un principio pensé que se trataba de un practicante budista que acababa de llegar del Tíbet o tal vez un miembro de la comunidad judía ampliamente repartida por esta zona, una tenue barba recorría la parte inferior de sus mandíbulas, comenzó a hablarme del Renacimiento, del esplendor de Roma, estaba obsesionado con volver a las raíces, decía que había viajado por Europa y que allí nadie fue capaz de comprender sus nuevas expresiones, su voz era electrizante pero más profunda, todos me abucheaban por allí decía, estaba decidido a sentarse en la mecedora durante una larga temporada y balancearse tranquilamente al ritmo de un sheriff sin trabajo con las botas cruzadas encima de la mesa.
los clásicos del futuro son los iconoclastas de hoy

16 enero, 2006

en torno al poema y al poeta

Todo poema es una búsqueda, incluso cuando uno tiene la sensación de que no está buscando nada, en realidad hay algo que va al encuentro. Una idea, una sensación hecha pedazos en el subconsciente. Letras, palabras, frases, oraciones demasiado complicadas. Hasta llegar a un punto que uno cree final, culminante, pero que en realidad sigue siendo el de partida. Así que somos permanentes buscadores, innatos, lo queramos o no, lo creamos o no.

Todo poema es un encuentro, del autor con el lector, del autor con el libro, con el propio poema. Consigo mismo por supuesto, es obvio.

Ya tenemos el poema como búsqueda-encuentro, ahora hay que seguir. No puede uno quedarse en la simple expresión, poema búsqueda - poema encuentro, intercambio interior y exterior, mera intimidad del poeta. Llega un momento en que esas palabras están afuera, fuera de uno mismo, en el exterior, material y espiritualmente, también de un modo irracional que no responde a parámetros establecidos por el autor, o tal vez sí. Es posible que conscientemente haya esparcido algunos signos más o menos ocultos, como una especie de guiño selecto destinado a escasos voyeurs de su literatura, en muchos otros casos su inconsciente juega con el poema sin que él mismo sea capaz de advertirlo. De un modo o de otro, la cuestión es que sólo la conciencia del lector podrá albergar tales matices, contribuyendo – si fuera el caso- al enriquecimiento del poema: es la recreación ocular de una obra que se ha liberado de su propio autor, que se ha rebelado contra sus raíces, revelándose a sí misma ante los ojos de ese lector inteligente. De este modo se trasciende, y el poema vuela y nunca es el mismo.


La otra cara de la moneda se llama poeta, es habitual que lea su propia obra y que ésta le resulte distante, ajena. Es extraño, parecido a lo que sentiría aquel niño huérfano que ya mayor descubre a su verdadero padre y le visita. Inevitablemente se dibuja una mezcla de asombro y repulsión en la mirada de ese ser poeta, que ni siquiera la sombra de los años puede curar.

Pero creo que se trata de un error, porque en esa caducidad del momento nadie debería cargar con el padre, con el poema, ellos no deben significarles absolutamente nada al genio, un artista no puede permanecer en un estanque ¿qué sentido tendría? el río debe seguir fluyendo por sus cauces habituales e incluso en ocasiones enfurecerse, formar accidentes, riachuelos, lagos en calma, afluentes. Porque alabar a un muerto desgasta, y es antinatural. A un escritor así siempre le faltará el aliento, la levedad del aire pesa demasiado en sus ojos. Cualquier día se pondrá delante de su cuaderno con una idea de polvo y los dedos de las manos se le desharán en tristes cenizas, nadie querrá contemplar su cadáver.

14 enero, 2006

Lo real son las huellas que permanecen sobre el tiempo, el peso de la gravedad con nombre y apellidos, la costumbre recordada, la lumbre que deshizo el misterio de una soledad extraña, nunca los signos, nunca la palabra o la imagen, apariencias manchadas de lluvia o de nieve.

13 enero, 2006

Tiempo en las venas y en los ojos sangre
porque respirar duele más que un beso.

06 enero, 2006

Lujuria sentimental

Lujuria sentimental,
eso es lo que se siente al llegar a casa,
no sabe uno si prefiere un buen polvo
o simplemente un hombro sólido
sobre el que poder apoyarse,
echarte de menos con calentura,
ternura sin abrazo ni coito
en la fría soledad
de cualquier noche como ésta.

04 enero, 2006

Adiós dulce globo, adiós.

Entonces por qué no aparece entre el luto su risa esta noche que roza el amanecer, yo sigo de pie frente a ella, muchos son los caminos que ha trazado la memoria, más extensos todavía los desiertos que la imaginación ha desentrañado tan solitaria y remota, no hay excusas para entrar así en el año, tampoco hay nada que lo justifique, un abrazo, el comedido beso de felicitación porque algo nuevo ha empezado tal vez, tres paquetes de tabaco, no es más que otro año, una parada 0 del Bus invierno a mitad de trayecto, nada de realismo, mucho menos quiero escuchar la palabra utilidad, sólo sé que estoy despierto, que vivo, y estoy enfrente de todo lo que he modelado, como si la vida me esculpiese - no escupiese, aunque también- a su imagen y semejanza, y ya no soy este arte de escribir poesía, esta cara perdida de nostalgia o melancolía, esta chaqueta de pana que esconde un cuerpo que tiembla por abrazarse a algo con signos de tierra, con leyenda de animal sólido, anclado en el mundo, necesito algo así que me sostenga, soy algo menos, porque las cosas están afuera y giran vertiginosamente, y mi talento - si es que alguno me queda- ya ha engullido sobradamente toda esa vorágine de transeúntes y comercios atestados, de calles solitarias y parque otoñales, de parejas ajenas, de familias ajenas, de niños ajenos que soy yo huérfano de ese calor con raíces, empachado de saber con afeites de actualidad y sentido, temática de un poema cotidiano con aires de elevación, tal vez demasiado inquieto y superficial os lo digo, quizá falso, sólo por ello da tedio seguir encauzando versos, buenos o malos, no quiero mentirle más a ese niño que perdido entre el gentío de la fiesta piensa que su voz y su alegría viven eternamente con aquel globo que se eleva desapareciendo en lo más alto del cielo, lejos de los adultos, odio ese tio vivo absorbente y sin sentido que es a veces la vida donde todos los caballitos están estropeados de soportar el peso de la muchedumbre, sólo quiero abrazarme a la tierra por una vez, y ya siempre: una mano fértil, cálida, suave y auténtica como la de la madre cogiendo al niño para que se olvide de su dulce globo; unos ojos profundos, de verdad, que digan aquí estoy y no me voy a ir, te estoy cosiendo los pies al suelo para que no te caigas por arriba como solías hacer antes de mí, cuando no existías en el mundo; un vientre terso con perlas bajo el ombligo insinuándose como un nuevo tesoro cuyo interior han desentrañado todos los hombres a lo largo de la historia de la humanidad; he de quedarme aquí, ya no estoy de paso, de mí no esperen más que el esqueleto podrido de un jugador con palabras entre las manos admirando a todos los perdedores que tras la partida comparten pan y lecho con sus familiares, no me colgaré en los laureles de la distancia sin nombre, voy a vomitar de tanto cotillón celeste, de incomprendidos ritmos para la posteridad y otras formas minoritarias partidarias de que me quede solo en las alturas, compartiendo mi globo con las nubes.