28 mayo, 2008

Un poema se lee como se escucha una sonata o como se mira el mar, sin para qué, no buscando que nos informe, sino esperando que nos transforme. Para que la poesía se diga, en definitiva, no hay que entenderla sino dejarla resonar, abrirse a ella, y en ella, abrirse en el espacio que ella misma convoca con su propia voz. Realizar y realizarnos en esa actitud, que llamaría una enseñanza de la pasividad. Pasividad que, en su inacabable dilatación, culmina en una poética de la receptividad, culmina en la mayor y más difícil actividad: escuchar.


Hugo Mujica

20 mayo, 2008

Seducción misteriosa


Mi voz es la voz de tus formas,
barro que siempre continúa
sin detenerse en los objetos que mancha,
porque todo es pasajero y tu piel
me incita a explorar bosques fríos
que puedan revelarme a ti.

Desisto de ciertas traducciones
que emplean imágenes
para retener sucedáneos,
tus promesas son puras
y tienen la fuerza de lo misterioso,
el relámpago de luz en la noche.

Un día quise acogerte,
construí un hogar cerca del río
y ya no estabas,
seis años asomado a un ventanal,
observando el movimiento de las cosas
comprendí el ciclo
que me había llevado hasta ti.

Hoy habito en parajes
que acaricia una luz desconocida,
señales que modelan mis pasos,
miradas que limpian mis botas,
presagios de un enigma
cuya esencia sacude estos afanes.

Andar el camino, este impulso
devorador está proyectado en cada ser,
se nutre del vértigo
y nadie puede retener su vuelo.

18 mayo, 2008



Las canciones que he perdido y no recuerdo dónde escuché intentan resonar en el silencio de la tarde junto al repiqueteo de la lluvia, me parece que veo por primera vez esta película tan vieja y sin embargo en otro tiempo yo estuve dentro del fotograma, parece imposible, los libros que dejé reposando en aquel cajón han sido engullidos por el tiempo de hoy entre la tierra mojada. No recuerdo la nostalgia... ni puedo retener al olvido.

10 mayo, 2008

La fuerza de mi amor no mueve el mundo,
ni siquiera se hace oír
entre los hoscos muros del silencio.

Lástima de manos que tocan otros seres
mientras palmeo el ritmo de tu nombre
en olvidadas callejuelas,
pena de pupilas que acarician tus ojos...
cuando te veo pasar
por las esquinas de mi vida
creo morir la esperanza de tenerte.

Cada huella, cada espina de tu paso
con el vino de los difíciles
en tabernas se recrea
y alivian mis penas circulares
los barcos que se alejan del puerto.

Al compás de gaviotas
me deshago en pensamientos y letras,
mi destino es andar,
no puedo detenerme en lo que adoro,
himnos destila el sufrimiento del transeúnte.