28 enero, 2011

Dudas y brindis

Dudo que haya un dios que nos salve
de todo este trajín acelerado,
vivir entregado a lo que amas,
soñar desenterrando almas y vicios
que ya no pueden creer ni en lo que ven.

Dudo del placer de la melancolía,
de atardeceres derrotados
en los que ningún teléfono suena,
acaso algún pájaro creando nidos
sobre la rama frágil del presente.

Dudo, concededme ese derecho
inalienable que muere de estar vivo.
Todos sois responsables del infierno
en los televisores, en la calle,
a la entrada del metro, aquí mismo.

Habito en la inopia innumerable del trajín,
pretendo arañar algún sentido noble
en toda esta maraña delincuente,
en todo este malentendido involuntario
inscrito en la pulsión de vuestra sangre.

También dudo de la nada, los tigres
de Borges tendían a un sentido
con sus afiladas garras de espejo,
la huida de Rimbaud en África
resulta inexplicable para ti,
dioses hay balanceando al genio,
peligros infinitos en toda inmensidad abierta.

Dioses, peligros, ciencia, mito o nada,
no importa que estés ciego de rencor,
hay un sopor que te empuja hacia la vida
por debajo del poema, te entiende, te pretende
allí donde la música
suena exenta de reloj.

Aquí puedes vaciar tu copa conmigo,
brindemos por el canto imperturbable
que no detiene su ritmo en parloteos,
brindemos por la música, por el poema y el arte,
por la muerte de esa musiquita tonta
alienante en la pantalla de tu Iphone.

Brindemos contra el egoísmo y el miedo
por los que no saben olvidarse de sí mismos,
brinda conmigo por ese anciano que matamos
en un hospital a las afueras, amigo cómplice,
o por aquella mujer que no olvida y trabaja
sin descanso contra su corazón herido.

Y no te olvides, por favor jamás te olvides
de brindar también por los suicidas.
Las colinas de Turín, Pedro Casariego,
el pistoletazo de Larra, el mar de Alfonsina,
la antigua casa de Nick Drake.

Ellos son los faros que mantienen
alerta esta luz en tu avenida,
porque vivir no escuece tanto contigo, Amor

nunca me dejes dudar de tu existencia.

26 enero, 2011

sin título

Emoción en el centro de las cosas,
cuando el verano muere silencioso
y es Septiembre una ráfaga de ayer,
una ráfaga de aliento lejano y misterioso.

Aquel olor como una cruda máscara
que no recuerdo y llevo aquí tan mía,
será que el mar se acuesta siempre solo
y empieza a hacer frío ya sobre esa playa,
será que es tiempo de volar sin alas
sobre las aceras gastadas de Madrid.

Recuerdo un pelo de azabache roto,
las columnas de piedra en el paseo,
una voz diciendo besa esa flor
antes de que se marchite, y otra
olvídalo todo, eres un hombre,
aprende a hacerte el nudo en la corbata.

Bajando por Gran Vía lo recuerdo
como una tempestad de sol presente
que al fin se afirma en este paladar,
basta ya de sueños y de auroras,
basta ya de números y cifras,
basta ya de losas, de contratos, de relojes.

Subiendo te repito y me afirmo,
me gusta observar los edificios,
soy pequeño entre esta inmensidad
y es por eso que siento vivo el amor
de tus pestañas, cuando lloras mía
por todo lo que no puedes contarme.

Te confieso que las tardes mueren
porque se te deshoja la sonrisa
cada vez que no te nombro, habitamos
en el vaivén sentimental del río,
cúlpame de perro fiel sin besos
que sólo sabe escribir absurdos poemas
como este, como ese, como aquel, siempre.


25/01/2011

11 enero, 2011

Abrazado a lo otro

Vagué por Túnez, Marruecos y Argelia,
aquel tour refrescó mis sentidos embotados
en la belleza silenciosa de una medina,
en ese bazar de chaouen semidestruido,
en los ojos velados de una sencilla luz
que todavía añoro.

Odio Occidente como se odia el hogar que te persigue
reclamando impuestos, tasas, confort
y una paga mensual de euros para tus errores.
Lo estático que ahoga, la comodidad del crimen,
un mercado que taladra el espíritu de la poesía,
esta lonja de parásitos
con triste vocación de policía.

Invoqué otra paz exótica desde la India hasta Japón,
ningún pícaro me reclamó trato,
sus gentes estaban profundamente agradecidas.
Tú no me crees, te hicieron idiota,
nunca quisite escuchar estos mandalas.
Namaste, namaste. Adiós para siempre.

Malta, Alejandría, El Cairo, Tebe, Luxor,
Beirut, Jerusalén, Constantinopla, Roda,
hallé en sus calles la cura a todos mis demonios
y entonces comprendí, desde este mapa,
que jamás se había equivocado la poesía.
Maldigo el veneno de todos los negocios
que me arrinconaron en el loft,
en la esquina de ese bar sediento
o en un hospital ubicado a las afueras.

Creo en Kouchiouk-Hanum, antorcha de días por venir,
plata fulgurante que tiembla en el vacío de un colchón sin ella,
pasión incendiada contra la arena del desierto,
piel de seda sobre el Nilo.

Quisiera morir entre las ramas
junto al olor amargo de aquellos limones,
en el cementerio de Jaffa, abrazado a lo otro.