19 julio, 2006

Humano ajuste de cuentas

Don Jesús Moya y el alcalde

- Hay que recalificar toda esta zona y establecer un plan de urbanismo que nos permita construir más viviendas – dijo Don Jesús

- pero eso no va a ser tan fácil, se trata de suelo rústico

- ¿y cuál es el problema?

- Pues eso, aquí cerca hay un paraje natural, esto es lo que se llama suelo no urbanizable de especial protección – advirtió el alcalde

- ¿te crees que soy idiota?

- Para nada Don Jesús, yo sé que estas cosas suelen hacerse con frecuencia, pero acaba de salir en los periódicos lo del alcalde de Orihuela y todo su séquito, en cierto modo nos salpica, los Verdes empiezan a apuntarnos con el dedo, la prensa espera con impaciencia otro titular de este tipo, usted me entiende, el Fiscal Anticorrupción no ha resultado tan ineficaz como pensábamos, no corren buenos tiempos, nadie nos va a hacer la vista gorda esta vez.

- Entiendo, sólo tienes que hacer lo que te digo, el resto déjalo de mi cuenta - dijo Don Jesús con aire grave mientras observaba las tierras

- No sé, tengo que pensarlo, la cosa está muy movida ahora como usted sabe.

- y si es por dinero no te preocupes, sé que al ayuntamiento apenas le quedan fondos, también he oído que algunos vecinos se han asociado para protestar contra la gestión de tu ejecutiva, no querrás echarlo todo a perder a estas alturas.

- es cierto, la oposición nos está ganando mucho terreno, incluso estoy empezando a desconfiar de alguno de mis allegados.

- ¿entonces? no te queda alternativa, todo va a salir bien ya lo verás, estos 3.000 metros cuadrados nos van a hacer de oro sin que se oiga ni el zumbido de una sola mosca

- Jajaja no sé por qué siempre acaba usted teniendo razón Don Jesús ¿le apetece una copa en el Space?

- No gracias, tengo que hacer unas gestiones urgentes, he quedado a las nueve, manténgame informado sobre este asunto lo antes posible.

- De acuerdo, en cuanto pueda me pondré en contacto con Luis Sempere, es él quien nos asesora en estos temas de urbanismo, usted ya sabe.

- Sí, pero tenga cuidado, no se me vayan a rajar. Hasta pronto.


El Señor Moya salió de aquel camino de gravilla después de estrechar la mano del alcalde y se dirigió con prisa hacia el Mercedes. Sus ojos eran de un azul verdoso, tenía la cara roja, como inflada, y llevaba una camisa blanca con rayas negras verticales ligeramente desabrochada por el cuello. Arrancó el coche y desapareció dejando atrás toda la huerta que quedaba.


Alberto Medina tiene al tipo perfecto


Un poco más tarde de las nueve de la noche llegó a su cita, se detuvo un instante ante la puerta observando aquellas viejas construcciones que la brisa del mar había ido deteriorando progresivamente, era un edificio pegado a la costa, su dedo índice se clavó en el botón metálico que estaba marcado con un letrero gris "ático B"

- Soy Jesús, abre.

Estuvo atusándose con las manos aquella intratable melena, se miraba en los espejos, intentaba disimular algunos signos de alopecia mientras el viejo ascensor se iba acercando a la última planta. Le abrió la puerta una señorita de unos 25 años, ligeramente vestida con una falda corta y un top rosa de tonos claros que dejaba entrever sus pezones.

- pase - dijo mirándolo con picardía


Allí sentado le esperaba un tipo siniestro que sujetaba una copa de whisky, era Alberto Medina, con una mirada oscura le dirigió una sonrisa decadente.

- Hombre, cuánto tiempo ¿qué te trae por aquí? – dijo Medina
- Nada en especial, he visto que tienes nuevas chicas – respondió un apagado Don Jesús
- Sí, la verdad es que ha llovido mucho desde la última vez que nos vimos, por aquí las aguas andan muy revueltas, digo yo que algún asunto sucio te traerás entre manos para haber venido a molestarme a mi casa – Medina se mojaba los labios esperando con paciencia la respuesta del señor Moya
- Bueno... en realidad, a parte de echar un buen polvo con alguno de tus últimos fichajes, venía a pedirte un favor...
- Suelta
- Mira, tengo buenas noticias parta nuestros bolsillos, acabo de convencer al alcalde de Torrevieja y esto va a ser el pelotazo del año; quería saber si podía contar con tu apoyo en el caso de que las cosas se pongan feas, ya sabes, tú a parte de tus movidas estás muy bien relacionado con las altas esferas de esta zona, te conoces a todos los constructores desde que empezaste a vender yeso del bueno jajaja ¿te acuerdas?
- Sí, jaja; qué vueltas da la vida, parece mentira que tengas que venir tú a pedirme favores, cómo cambian los tiempos... – asintió con aire irónico
- Además sé que tú eres capaz de todo si se tuercen las cosas, ¿me entiendes? – insistió Don Jesús
- Sí, por supuesto; dígame concretamente que puedo hacer por usted y acto seguido corra a aquella habitación a relajarse con Milagritos, que le hace falta, se lo digo yo
- Lo primero de todo tienes que buscarme un topo, una persona que esté relacionada con esta gente pero que no dé demasiado el cante, tú sabes lo que quiero decir...
- Entiendo – asintió Medina
- Yo había pensado en aquel camarero que trabajaba en el Sotavento, ese restaurante donde solían acabar todas las reuniones de negocios importantes y que estaba a pie de la costa.
- Sí, el Sotavento sigue como siempre, cierra a las diez de la noche entre semana pero algunos clientes especiales se pueden quedar hasta las doce para hablar de asuntos más delicados, se mueve mucha pasta en esas charlas en apariencia banales, cómo se nota que se ha ido usted haciendo mayor, esta misma tarde estuve por allí – aseguró Alberto con su particular ironía.
- Pues búscame un hombre de confianza que trabaje allí sirviendo las mesas, necesito saber lo que se cuece en esas reuniones para ir pisando sobre terreno seguro – ordenó Don Jesús.
- No se preocupe usted, y váyase a aquella habitación que le noto muy cansado, póngase una copa y relájese que le hace falta, yo encontraré a ese camarero en cuanto haya acabado usted de echar un polvo se lo aseguro jajaja

Don Jesús Moya se levantó notablemente estresado por el día de aquel sillón forrado de cuero y se dirigió por un pasillo hacia la puerta entreabierta, atraído por el perfume de la misma chica que horas antes le había dado la bienvenida. Por su parte, Medina cogió su teléfono móvil sin soltar el enorme vaso de whisky dispuesto a hacer una llamada, tenía al tipo perfecto, su nombre era Sean O´feach.


Sean O´feach

Sean O´feach había aterrizado en la Costa Blanca hace ya casi 10 años y después de pasar por varios trabajos (entre ellos guardaespaldas del propio Alberto Medina) se estableció definitivamente como camarero en el Sotavento, era el hombre de confianza del dueño. Su aspecto rudo, silencioso, y a la vez amable en el trato fue lo que le llevó a ocupar el último turno, servía las mesas desde las nueve de la noche hasta la hora en que debía cerrar. Su personalidad resultaba extraña para los que le conocían más a fondo pero en el bar pasaba desapercibido, como buen irlandés le gustaba de beber buenos tragos en sus breves descansos, tenía una sonrisa entre amable y macabra que parecía esconder algo, pero nadie de allí conocía realmente nada de su vida privada. Cuando recibió aquella llamada, Sean respondió sin vacilar que estaba dispuesto a hacer todo lo que estuviera en su mano, después de todo le debía mucho a Alberto, ni siquiera reclamaba dinero. Así que cuando algunos empresarios de la zona, dueños de inmobiliarias, políticos, constructores, etc. se reunían para cenar y tratar sus asuntos O´feach se encargaba de que la charla se prolongara hasta altas horas de la noche y agudizaba al máximo su oído para captar información relevante, para él no era demasiado complicado ya que los temas y las personalidades que frecuentaban aquel restaurante eran casi siempre repetidas y Sean se sabía al dedillo cada uno de los chanchullos que se traían entre manos, como él solía decir “con 5 copas de más el pez acaba mordiendo el anzuelo”, y créanme si les digo que él era todo un experto en servir buenas copas de whisky.

Antes de acabar de limpiar todas las mesas y cerrar el restaurante, O´feach se quedaba bebiendo y charlando con dos compañeros de trabajo, lo cierto es que normalmente se limitaba a beber y a escuchar.

- cuánto disparate junto, y pensar que esta gente podrida de dinero se juega el cuello por amasar una mayor fortuna... – decía Juán desde dentro de la barra

- sí, así de puta es la ambición, hoy he servido a un tal Jesús… ese hombre tiene el dinero por castigo, y aún así sigue obsesionado por hacerse con el poder de toda la zona – afirmó otro camarero desde el taburete mientras apuraba un cigarrillo

- son caciques ¿pero este es el juego aquí no? parece mentira que llevéis tantos años en este sitio, venga chicos que hay que abrir mañana– apuntó O´feach golpeando con sus gruesas manos sobre la barra.


Después de cerrar y como de costumbre Juán acercó a Sean a su casa en la calle Marcelino, 13, se despidieron entre risas de cansancio, mantenían buena relación, quedaron para el Jueves a las 7 de la mañana en el puerto, ambos eran aficionados a la pesca.


¿Has leído los periódicos?

El día Jueves 18 de Febrero de 2006 hacía una mañana tranquila, el aire envuelto en una espesa niebla humedecía hasta los huesos del más recio de los irlandeses , Sean había estado esperando en el puerto durante casi una hora la llegada de Juan pero éste no aparecía. En un primer momento pensó que serían simplemente unos minutos, pero viendo que no llegaba se puso a pescar en solitario. A las 8:30 recibió una llamada, pensó que sería Juan pero cuando sacó el móvil vio el nombre de “Alberto Medina”

- Sí, dime Alberto

- ¿Has leído los periódicos esta mañana? – le preguntó

- No, ya sabes que sólo leo prensa deportiva de cuando en cuando – respondió O´feach

- Pues haces mal, hay que estar informado de todo lo que se cuece por la zona ¿tú conocías a Juan, el chico que trabajaba en la barra del Sotavento?

- Sí, precisamente había quedado con él para pescar esta mañana pero no ha aparecido; seguramente se habrá quedado dormido, últimamente lo notaba con mucho cansancio. – dijo

- Lo siento Sean, han encontrado su cadáver en un domicilio de la calle Félix Rodríguez de la Fuente, nº 3 – le anunció Alberto

- No puede ser, si era un tío muy bueno, me cuesta creerlo ¿cómo ha sido? ¿quién ha podido hacer algo así?

- No lo sé. En el periódico sólo viene que el portero del edificio tuvo que llamar a los bomberos ante el olor que despedía su apartamento. Cuando los bomberos echaron la puerta abajo vieron el cadáver chamuscado del hombre, sentado en el sofá frente a un televisor encendido. Lo encontraron todo en orden, no aparecían signos de violencia y tenía la cartera repleta de euros. También dice que la puerta de su apartamento estaba cerrada por dentro con la llave puesta. – le explicó Medina

- Me parece increíble, pero has dicho que era la calle Félix Rodríguez. Eso está al lado de un bar irlandés que conozco muy bien y que muchas veces hemos frecuentado juntos. Juan no vivía ahí. Qué hijos de puta, esto me huele fatal. – advirtió Sean


- Vaya, no sabía que le tuvieras tanto apego – dijo Alberto

- Pues sí, era de las pocas personas con las que mantenía un contacto lejos de toda vuestra basura, con él podía hablar sin tener que pensar en que me la estaba jugando, era buena gente

- Ok, siento haberte dado esta mala noticia

- sí - masculló Sean

- Pero a pesar de todo, lo que acordamos sigue en pie ya sabes. Bueno te dejo, no caviles demasiado acerca de la muerte de Juan, ten claro que no tiene nada que ver con estos asuntos, yo también le tenía aprecio, nunca olvidaré cómo descorchaba las botellas de vino.

A pesar de las últimas palabras de Alberto Medina, Sean O´feach se quedó muy pensativo y empezó a desconfiar gravemente de toda la explicación sobre la muerte de su amigo. En primer lugar ¿por qué le había llamado precisamente Alberto para darle aquella noticia? tal vez el hecho de que supiera que se conocían y trabajaban juntos fuera suficiente pero ¿cómo sabía que se trataba del cuerpo de Juan? en los periódicos todo estaba muy fresco aún, “encontraron el cadáver de un hombre en su apartamento con la televisión encendida...” ¿quién era el hombre? ¿Juan? probablemente no había dado tiempo ni si quiera a reconocer el cuerpo del fallecido.

El irlandés recogió todo su equipo de pesca y se dirigió al quiosco más cercano para comprar la prensa, estuvo leyendo la noticia, efectivamente el cadáver no había sido reconocido todavía y tampoco aparecía el nombre del fallecido por ningún lado, las cosas empezaban a desencajarse por completo, sus peores sospechas se iban confirmando poco a poco, aquella conversación con Alberto Medina tenía pinta de jugada sucia; además Juan nunca vivió en la calle Félix Rodríguez de la Fuente, en el periódico ponía que lo habían encontrado en ese apartamento, O´feach caminaba intentando hacer memoria y asociando los lugares, “calle Félix Rodríguez, ese bar irlandés”, recordó que una noche él y Juan acabaron durmiendo en el apartamento de la citada calle porque éste no estaba en condiciones de coger el coche, pero nunca supo quién era el propietario de aquel piso ni por qué su amigo tenía las llaves.

Sean llegó a su casa y se tumbó en el sofá, necesitaba descansar y poner un poco en orden sus ideas. La mañana empezaba a clarear, la niebla había desaparecido por completo y las calles empezaban a poblarse de gente. Eran ya las diez de la mañana cuando O´feach entró en un profundo sueño.


Sólo fiambre

A las cinco y cuarto se despertó sudando como un cerdo, estaba nervioso y no podía distinguir muy bien la realidad de lo que había sucedido, faltaban unas dos horas para volver al trabajo pero sabía que era incapaz de entrar al Sotavento esa tarde. Cogió el periódico y al ver la noticia una vez más se aseguró de que no se trataba de una pesadilla, en su cabeza solo un nombre se repetía obsesivamente, Alberto Medina.

El suelo encharcado de sangre, al fondo del bar alguien descuelga un teléfono, las mesas están todas recogidas con las sillas por encima y en la barra brillan los dos últimos vasos de la noche. El tipo de la gabardina huyó tan deprisa que cuando el camarero advirtió lo sucedido ya era demasiado tarde, se sentía como un inútil hablando con la policía, recordó los tiempos en los que solían suceder cosas así por la zona y un pequeño escalofrío recorrió su espalda. Al poco tiempo Sean apareció por la puerta contemplando la escena, luego salió disparado hacia su viejo coche.

Esta vez O´feach estaba poseído, sus grandes ojos inyectados de ramificaciones rojas con pronunciadas ojeras acentuadas por las pocas horas de sueño, las manos temblorosas al volante, el pie tensado sobre el acelerador. Llegó a la puerta del apartamento de Alberto Medina haciendo lo posible por tranquilizarse, encendió un cigarrillo consumiéndolo con lentitud entre sus labios apretados mientras contemplaba por unos minutos el vaivén de las olas en el mar. Tocó el timbre, esperó unos segundos hasta que le abrieron la puerta de abajo y fue subiendo las escaleras hasta el ático. Cuando estaba entrando por el pasillo sus nervios se habían calmado bastante, en el salón Alberto le recibió con su sonrisa característica, sentado como de costumbre en un sillón forrado de cuero negro le alcanzó un largo vaso de cristal, la señorita se encargó de cargarlo con el mejor whisky irlandés que había en la casa.

- para que no pienses que te trato como a los otros, relájate y prueba este seco irlandés de gran reserva – dijo amablemente Alberto

Para cuando dijo eso Sean ya estaba acomodado con su vaso de whisky entre las manos, lentamente sorbía sin mediar palabra, de cuando en cuando escrutaba los ojos de Medina que se puso a hablar sobre la desgraciada muerte de Juan. O´feach siempre era así de callado, por lo que a Medina no le sorprendió su actitud.

- y bueno, dime algo ¿cómo estás ahora chico? ¿no deberías estar en el trabajo?

El irlandés asintió con la cabeza antes de acabar de un largo trago con el whisky, no lograba detener sus pensamientos, hubo un momento en que estuvo a punto de hacerle unas cuantas preguntas acerca de la muerte de su amigo pero intuyó que de nada serviría. Sus ojos recorrían de arriba a abajo la pose de Medina, se detuvo en su bigote mojado de saliva por la parte de abajo a causa de sus extraños movimientos de boca, un asco irrefrenable empezó a apoderarse de él, aunque de su apariencia fría no se podía deducir que estaba deseando cargarse a aquel tipejo. El odio recorría su sangre seca de irlandés curtido mientras Alberto se ponía a bromear recordándole su pasado como terrorista del IRA.

- Nunca olvides que te salvé el pellejo y te traje a este magnífico lugar para que fueras guardaespaldas de alguno de mis colegas, ya sé que el tiempo ha pasado y has hecho mejor vida, pero sabes que me debes mucho amigo, nunca lo olvides.

O´feach procuró mirarlo con indiferencia, pero no aguantaba más aquella situación.

- Hombre, se nos ha acabado el whisky ¿quieres otra copa?

- No Alberto gracias- dijo el irlandés

- Es raro en ti – respondió éste

Alberto Medina se movió para alcanzar otra botella mientras gritaba llamando a una de las chicas con la cabeza doblada. Inmediatamente O´feach se levantó del asiento y rompió con violencia los bordes del vaso golpeándolos contra la mesa, atacado por la ira se abalanzó sobre Alberto que estaba girando la cabeza para reincorporarse, no podía pedir ayuda, el irlandés le había incrustado el vaso partido en la misma garganta, a la derecha de su pronunciada nuez. La sangre se derramaba lentamente, los ojos de Medina se iban apagando entre guturales sonidos de agonía, O´feach seguía apretando con firmeza el vaso sobre la carne hasta estar completamente seguro de que aquel tipo era ya sólo fiambre.

13 julio, 2006

Era mediados de Enero y Manolo estaba cambiando de vida. La única diferencia era que esta vez ya no bebía ni fumaba marihuana. Acababa de salir de un centro de rehabilitación y se dirigía a su casa tras seis duros meses de internamiento voluntario. Pero durante ese tiempo su hijo se había largado con una chica y a su mujer se le había metido otro hombre en la cabeza. Cuando llegó, abrió la puerta y Susan le recibió con un cálido abrazo. Después de la primera emoción, salió a recoger leña a las afueras de la ciudad. Luego se puso a preparar el fuego mientras Susan hacía chocolate, estaba feliz a pesar de la ausencia del hijo. El primer tronco comenzó a prender cuando llamaron a la puerta. Pasaron unos minutos y se acomodaron juntos cerca del fuego, Manolo se frotaba las manos mientras ella le iba contando todo lo sucedido en aquellos meses. Era previsible lo de su hijo. Luego le contó lo de Roberto, que tenía que abandonar aquella casa, que había una orden de alejamiento y que le quería. Aquella noche estuvieron conversando hasta bien entrada la madrugada, hicieron el amor en el sofá, luego se quedaron dormidos hipnotizados por el resplandor de las últimas brasas.

Se levantó de la mesa y pagó las tres cervezas que acababa de engullir, recogió su mochila, compró un cartón de Ducados y se dirigió hacia la terminal 4. En el vagón estuvo echándole un vistazo a los anuncios del periódico, había uno de un tal Eduardo que alquilaba una habitación por un módico precio en su propio apartamento, llamó sin pensarlo. Luego se reclinó el asiento y soñó con plantas de marihuana. El tren llegó a su destino, era una pequeña ciudad desconocida llamada Eforia, al sureste de la península. Revisó la dirección del apartamento, andó como un kilómetro y llamó a la puerta. Hola, venía por la habitación. Entraron en casa, el tal Eduardo tenía una acusada cicatriz en el ojo derecho que hacía que éste parpadeara con frecuencia. La casa era pequeña, el salón estaba bien amueblado con una tele vieja y una encimera plegable que servía de mesa para las comidas, una mujer entrada en carnes le iba explicando todo sobre la casa y algunas pequeñas costumbres de los horarios que mantenían tanto ella como Eduardo, se llamaba Bea. "Esta es nuestra habitación y aquí al lado está el cuarto que hemos decidido alquilarle, es la primera vez que lo hacemos, necesitamos algo de dinero extra."

La pareja se alejó dejando que Manolo se acomodara en aquel recinto, tiró la mochila al suelo y se sentó en un borde de la cama. Comprobó que las sábanas olían bien, en frente tenía un armario con el que se las podía apañar, sacó algunos chismes de su bolsillo y los dejó caer sobre la mesilla que había a su derecha. Luego se echó un rato, contemplaba el techo tranquilamente, pensaba en su vida de ahora y en lo que vendría después, en el techo se dibujaban los reflejos ocres del anochecer, dobló el cuello y observó que había una pequeña ventana que daba a la ciudad, las altas chimeneas de las fábricas extendían su vómito de humo por todo el cielo, Manolo sacó una especie de diario y escribió: 20:30, ventana diminuta, vida en gris no tardará en volverse noche.

11 julio, 2006

Raymond Carver

Escritor y poeta estadounidense nacido en Clatskanie, Oregón. Vivió en docenas de lugares trabajando en ocupaciones ocasionales y mal pagadas, debatiéndose en la más absoluta de las pobrezas, con un matrimonio destrozado, con graves problemas de alcohol durante varios años. Además de libros de poemas, Un sendero nuevo a la cascada (1985) y Bajo una luz marina (1986), publicó cuatro volúmenes de relatos que lo acreditaron como uno de los mejores escritores norteamericanos de la década: ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? (1976), De qué hablamos cuando hablamos de amor (1981), Catedral (1983) y Tres rosas amarillas (1988). Los libros de Carver están formados por relatos cortos que reflejan los dramas aparentemente más triviales, las catástrofes silenciosas de la gente más común, que poseen la capacidad de provocar una impresión fortísima, una indeleble conmoción. Dotado de un apreciable escepticismo y resentimiento, mediante una técnica escueta y directa, carente de adornos estilísticos, casi minimalista, dibuja una gama de anónimos perdedores de una sociedad que parece haberse olvidado de ellos: desempleados, alcohólicos, divorciados, seres solitarios que van hacia la deriva y que no tienen otra cosa que hacer sino mirar la televisión, evitando mirar a su propio interior y comprobar que no son más que sombras cargadas de desesperanza. En 1988, cuando estaba en su mejor momento, porque había dejado de beber, tenía una estimulante relación amorosa con la poeta Tess Gallagher y se había convertido en el mejor cuentista vivo estadounidense, se le detectó un cáncer de pulmón. Murió en Port Angeles, Washington ese mismo año.

Miedo

Miedo de ver una patrulla policial detenerse frente a la casa.
Miedo de quedarme dormido durante la noche.
Miedo de no poder dormir.
Miedo de que el pasado regrese.
Miedo de que el presente tome vuelo.
Miedo del teléfono que suena en el silencio de la noche muerta.
Miedo a las tormentas eléctricas.
Miedo de la mujer de servicio que tiene una cicatriz en la mejilla.
Miedo a los perros aunque me digan que no muerden.
¡Miedo a la ansiedad!
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo de quedarme sin dinero.
Miedo de tener mucho, aunque sea difícil de creer.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y de llegar antes que cualquiera.
Miedo a ver la escritura de mis hijos en la cubierta de un sobre.
Miedo a verlos morir antes que yo, y me sienta culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre durante su vejez, y la mía.
Miedo a la confusión.
Miedo a que este día termine con una nota triste.
Miedo a despertarme y ver que te has ido.
Miedo a no amar y miedo a no amar demasiado.
Miedo a que lo que ame sea letal para aquellos que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado tiempo.
Miedo a la muerte.
Ya dije eso. "

03 julio, 2006

Carver tengo esperanza
de que Ricardo Reis te invite a un trago
en el edén de una realidad paralela.

Estás ciego donde quiera el alcohol
desprender su turbio aroma,
estás ciego,
estás bebiendo con un fantasma
sentado en una silla de literatura.

Quien no existe está menos solo,
Ricardo vive sin haber nacido
y quiere invitarme a un trago esta noche.

Brindemos por Carver
y otros mortales sin atrevimiento.

Porque vivir es menos arriesgado,
y además no sabemos
- brindemos también por Pavese-
tal vez ni queremos.