25 enero, 2006

Bob el rabino



Habían transcurrido unos 5 años desde aquel accidente de moto que le mantuvo apartado de los escenarios, en aquel momento todo el mundo pensó que se había acabado para siempre el personaje, la prensa especulaba, y se llegaron a oír cosas tan disparatadas como que tenía una enfermedad incurable y que en pocos meses moriría. La verdad es que nadie sabía absolutamente nada de su paradero y ni siquiera era seguro que volviese a agarrar una guitarra, pero de ahí a todo lo que se oía por entonces era demasiado.


Un buen día alguien con pinta de rabino vino a visitarme, en un principio pensé que se trataba de un practicante budista que acababa de llegar del Tíbet o tal vez un miembro de la comunidad judía ampliamente repartida por esta zona, una tenue barba recorría la parte inferior de sus mandíbulas, comenzó a hablarme del Renacimiento, del esplendor de Roma, estaba obsesionado con volver a las raíces, decía que había viajado por Europa y que allí nadie fue capaz de comprender sus nuevas expresiones, su voz era electrizante pero más profunda, todos me abucheaban por allí decía, estaba decidido a sentarse en la mecedora durante una larga temporada y balancearse tranquilamente al ritmo de un sheriff sin trabajo con las botas cruzadas encima de la mesa.

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