23 abril, 2006

Conversación con el señor borracho antes de dormirnos

¿no ha tocado usted nunca el interior de una pantalla?
¿qué se siente en las manos frías de la pasión metálica?

- son tus propias manos acariciando un cuerpo que no existe
es tu piel flotando con tus ojos sobre el puerto

¿qué se siente? pregunto

- restos de amanecer golpeando tus neuronas,
ojos secos que saben demasiado
como para ponerse a llorar

¿alguien a parte de usted sabe lo que digo?

22 abril, 2006

[Stefanía aparecía muriéndose] de Leopoldo María Panero

Stefanía aparecía muriéndose
la lengua penetraba la cerradura de una puerta que alguien
había cerrado para siempre.
¿Quién era?
¿Quién era aquel desconocido dueño de todas las llaves?
¿Qué color tienen sus ojos?
No tienen pupilas sólo dos agujeros sin fin.
Dos huecos como laberintos donde nos perdemos y no
volvemos jamás atrás.
El dueño de las llaves nos ha encerrado aquí dentro,
nos ha encerrado en sus ojos en sus agujeros,
en el laberinto hueco que no conduce ni al norte ni al sur.
Nos quedamos allí, inmóviles aprisionados en sus ojos
huecos.

20 abril, 2006

Grandes bolsas de plástico,
no puedes poner una carga tan grande
en brazos tan dubitativos,
huesos frágiles que no te comprenden,
bolsas agujereadas por el frío,
aquí no te dejan volar.

08 abril, 2006

Ángel González (Autobiografía)

Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...

"Nací en Oviedo en 1925. El escenario y el tiempo que corresponden a mi vida me hicieron testigo -antes que actor- de innumerables acontecimientos violentos: revolución, guerra civil, dictaduras. Sin salir de la infancia, en muy pocos años, me convertí, de súbdito de un rey, en ciudadano de una república y, finalmente, en objeto de una tiranía. Regreso, casi viejo, a los orígenes, súbdito de nuevo de la misma Corona.

Zarandeado así por el destino, que urdió su trama sin contar nunca con mi voluntad, me resigné a estudiar la carrera de Leyes, que no me interesaba en absoluto, pero que tampoco contradecía la costumbre, casi norma de obligado cumplimiento ("todo español es licenciado en Derecho mientras no se demuestre lo contrario"), a la que se sometían en su mayor parte los jóvenes de mi edad y de mi clase social -clase media, transformada en mi caso, como consecuencia de la guerra civil, en muy mediocre.

Larga y prematuramente adiestrado en el ejercicio de la paciencia y en la cuidadosa restauración de ilusiones sistemáticamente pisoteadas, me acostumbré muy pronto a quejarme en voz baja, a maldecir para mis adentros, y a hablar ambiguamente, poco y siempre de otras cosas; es decir, al uso de la ironía, de la metáfora, de la metonimia y de la reticencia. Si acabé escribiendo poesía fue, antes que por otras razones, para aprovechar las modestas habilidades adquiridas por el mero acto de vivir. Pero yo hubiese preferido ser músico -cantautor de boleros sentimentales- o tal vez pintor. Fui, en cambio, funcionario público. En 1970 vine por vez primera a América -México y EE. UU.-, y empecé a quedarme por ese continente a partir de 1972 (profesor visitante en las universidades de New Mexico, Utah, Maryland y Texas). En la actualidad, enseño literatura española contemporánea en la Universidad de New Mexico."
ÁNGEL GONZÁLEZ.


una tarde nos lo dijo, y me dedicó su obra, el hombre está algo mayor, "no se puede describir con palabras lo que es mantener una pequeña conversación (apenas dos frases) con Ángel, a pesar de su edad el poeta estaba bien acompañado, os lo puedo asegurar...

03 abril, 2006

cenizas y lágrimas

Aquel día era el segundo en que me venía ese recuerdo en tan sólo una semana, no estoy completamente seguro si se trataba de un recuerdo o si era más bien una pesadilla, en circunstancias así es difícil mantener una pauta constante tanto en la atención de la memoria como en la disciplina creativa que aquel proyecto me exigía. A. se levantaba con el pelo revuelto y me miraba cariñosamente después de andar unos pasos hasta la barra plegable que nos servía de mesa en todas las comidas, seguidamente volvía de nuevo hacia la cama donde la esperaba con esa extraña y bella sensación que sólo en determinados instantes se desata en nosotros como un ideal puro del deseo, sentada en un borde del colchón me acariciaba el brazo con ternura, en ese momento yo cerraba los ojos, no sentía el dolor pero algo como un cuchillo atravesaba mi pecho y la sangre brotaba incesante, derramándose con lentitud por toda la colcha.

Era ya la segunda vez que aquello me sucedía, despertaba tembloroso y sudando como un cubito que lentamente se derrite, el frío era insoportable, tenía que salir al pequeño balcón con un cigarro entre los dientes, me fijaba en los niños que abajo jugaban felices, tan inconscientes como esa paloma que picaba con impaciencia algunos restos de comida, luego miraba el cielo, opaco, con extraños nubarrones aplacando la luz, definitivamente este verano no iba a ser bueno, me venían al encuentro como golpes otros períodos más felices de mi vida, por las mismas fechas, sentado en el acantilado junto a L., buceando en el fondo de este mar que lentamente se apoderaba del olvido, rebuscando conchas y piedrecitas entre la blanca arena, sentados frente a frente juntábamos nuestros descalzos pies y nos susurrábamos barbaridades… pero de aquello hacía ya una eternidad, quizá lo estuviera reproduciendo de una forma distorsionada, el cigarrillo seguía consumiéndose entre mis labios apretados, la ceniza iba cayendo sobre el techo de una furgoneta negra, yo jugaba con la idea de lanzarme tras ellas y caer desplomado, una muerte más merecida que la de aquella horrible pesadilla sin duda, sonreía medio loco y medio asustado, luego me metía para adentro y esperaba a que A. regresara para contarme sus estupideces, me pasaba horas estudiando la manera de rogarle un simple abrazo, estaba desconsolado, cuando oía la puerta ya no tenía fuerzas ni siquiera para dirigirle una mirada, una palabra, rotundamente había asumido aquello que le advertí “déjame espacio, necesito mi tiempo, tengo un montón de ideas ya verás, déjame solo, corre a divertirte y olvídame por una temporada”, no podía saber que me iba a acabar sintiendo de esta manera, en cierto modo era el culpable de mi propia situación, aquello empezó a generar un odio incontrolable hacia la que en otro tiempo fuera mi mejor amiga y amante, la misma mujer con la que tanto había compartido, la misma que ahora ni siquiera me miraba al cruzar hacia la habitación que decoramos juntos, todo había sido un error de mi parte, poco a poco el silencio iba alimentando un rencor insaciable contra el que intentaba luchar inútilmente, cenizas y lágrimas empezaron a inundar así el ritmo de todos los atardeceres.