22 septiembre, 2009

LA POESÍA: EXPLOSIÓN DEL SER POR DEBAJO DEL LENGUAJE Roberto Juarroz

Vivo el poema como una explosión del ser por debajo del lenguaje. Descubro aquí cuatro elementos básicos: explosión, ser, lenguaje y debajo. Podríamos acercarnos a ellos diciendo lo anterior de otro modo: el poema es la expansión abrupta de una realidad fundamental que se genera a través de las posibilidades subyacentes de la expresión verbal y no sólo por medio de la su capacidad significativa inmediata. [...]

Me apasiona la fuerte humanidad de una búsqueda de esta clase, su desafío a las normas y los estereotipos, la densidad de nivel donde se gesta la lucha por la expresión, la intensidad del buceo en las zonas más olvidadas y sin embargo más vivas de lo real, la simbiosis profunda de todas las proyecciones simbolizadoras, la paradójica complementariedad y hasta sincronicidad de lo espontáneo y lo reflexivo, lo dicho y lo no dicho, la victoria y el fracaso, lo esperado y lo inesperado, lo posible y lo imposible, lo uno y lo otro.

Me subyuga el amor que se funda y sustancia en estos espacios vivos y la libertad radical de ese amor, que ya no hace distingos entre expresarse y comunicarse, entre soledad y compañía, entre ausencia y presencia, entre voz y silencio, entre amar y pensar, entre todo y algo. La palabra transfigurada de un hombre solitario puede recoger allí, por abajo, el gesto misterioso y absurdamente magnífico de la humanidad. La poesía puede entonces proyectar ese gesto y abolir en un acto de amor la distancia entre el hombre y los objetos, entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, entre el hombre y la muerte. Más que un vacío, esas distancias son el músculo al que es posible dar vida con el nervio de la visión creadora, con el tatuaje inusitado de la palabra en función y explosión de ser, para mover así el mundo. La realidad está donde queremos que esté, donde somos capaces de engendrar una forma.

En el corazón de mi poesía está la creencia en que el pensamiento es más concreto que todo el resto de la materia del mundo. Por eso, en el corazón de mi poesía hay también un rostro.

Toda vida es sólo un amago, el anuncio o comienzo de un gesto. También la poesía es un amago, pero su ademán permanece, como si fuera algo más. El hombre y su lenguaje empujando implacablemente sus límites, desvestidos de todo cuanto no sea límite, desvistiéndose de aquello que ahora lo es. Suprema afirmación, es también lo más cercano a la suprema negación. La grandeza concreta de la poesía, como la de la vida, consiste en no estar hecha. Un salto siempre más allá, el salto que nos hace posibles.



Nota de Ángel Ros: Este texto fue publicado como prólogo a Poèsie verticale (Recontre, Lausanne, 1967). Puesto que se trata del prólogo a una antología bilingüe, se publicó ahí solamente en su versión francesa. La versión en lengua española apareció en la revista Actual (año. 1, n. 2, Universidad de los Andes, Mérida, mayo-agosto de 1988, pp. 121-123), como complemento de un artículo de Ludovico Silva, “Decir de lo indecible: poesía vertical de Roberto Juarroz”, luego reproducido en Roberto Juarroz: Poesía y creación. Diálogos con Guillermo Boido (Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1980), de donde he tomado estos fragmentos (el título que aparece aquí es mío).

PÁGINA DE HOMENAJE A
ROBERTO JUARROZ
www.robertojuarroz.com

03 septiembre, 2009

"El camino no elegido" de Robert Frost y la conciencia del cambio como actitud filosófica

Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo,
Y apenado por no poder tomar los dos
Siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de pie
Mirando uno de ellos tan lejos como pude,
Hasta donde se perdía en la espesura;

Entonces tomé el otro, imparcialmente,
Y habiendo tenido quizás la elección acertada,
Pues era tupido y requería uso;
Aunque en cuanto a lo que vi allí
Hubiera elegido cualquiera de los dos.

Y ambos esa mañana yacían igualmente,
¡Oh, había guardado aquel primero para otro día!
Aun sabiendo el modo en que las cosas siguen adelante,
Dudé si debía haber regresado sobre mis pasos.

Debo estar diciendo esto con un suspiro
De aquí a la eternidad:
Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,
Yo tomé el menos transitado,
Y eso hizo toda la diferencia.




La conciencia del cambio como actitud filosófica

Por Gonzalo Valdivia Dávila, en 2 de Diciembre de 2008

Robert Frost (1874-1963) es un poeta modernista norteamericano que tuvo presente la filosofía y la sencillez en su poesía. Frost busca expresar verdades inmutables en su poema El camino no elegido, ya que está reflexionando sobre las leyes del cambio en la naturaleza. Este poema sigue el postulado de Heráclito de Efeso de que nadie se baña dos veces en el mismo río, porque este cambia y sus aguas están en movimiento. Además quien regresa del río también cambia por esta ley inmutable.

El poeta pasea en el bosque, tiene la opción de escoger dos caminos en una bifurcación de la senda. Elige el menos transitado, pero piensa en las posibilidades que le hubiera deparado tomar el camino no elegido. Es conciente de la diferencia, de que esta elección se perpetúa hasta la eternidad en causalidades muy sutiles que no afectan mayormente el devenir de las cosas pero que sí son captadas por su sensibilidad. El poeta concluye que habría tomado cualquier camino, pues se veían similares esa mañana.

La influencia de Heráclito: Heráclito postuló la ley del cambio, planteó un relativismo en el espacio que consideró sujeto a influencias mínimas de una serie de decisiones que interactúan entre sí y producen efectos de toda dimensión. Robert Frost tuvo que elegir en su vida dejar el camino de la abogacía en 1899, por motivos de salud; esta elección le valió volverse poeta y conocer amigos escritores de renombre como Ezra Pound. La vida para el poeta es una toma de decisiones que repercuten a la larga.

Frost piensa que el camino descartado podrá tomarlo otro día, el camino que toma es tupido, requería uso, es como si el se sintiera destinado a hollarlo para actualizarlo como camino en el universo. En un momento se siente tentado a caminar hacia atrás para regresar al camino desechado, pero eso habría sido un esfuerzo inútil en una vida que de todas maneras le impone decidir.
Si todo cambia, el camino que no usó hoy también cambiará mañana, pero estará en el mismo lugar que el identifica y reconoce parte de su experiencia vital. Esta ley del cambio de Heráclito tiene que ver con la ley del efecto mariposa, de la posibilidad de consecuencias impensadas en un proceso minucioso de causalidad. Se piensa en el constante fluir de los elementos del cosmos, donde la permanencia es una ilusión y las acciones que tomamos condicionan nuestro fluir hacia algo último.

La responsabilidad de la elección: Todos los días tenemos que decidir entre lo bueno y lo incorrecto. Las consecuencias de nuestros actos son nuestra responsabilidad, la marcha atrás es un desperdicio de energía, por eso se necesita ponderar las decisiones trascendentales. Con todo respeto por la carrera de Derecho, yo también la dejé para ser literato y egresar en ella, las mieses recogidas por mi verdadera profesión hacen imposible que me arrepienta de mi decisión.
Un camino de vida responde a nuestra verdadera esencia, a nuestro ethos, nuestra razón de ser, nuestro modus vivendi y modus operandi. Una elección forzada o contraria a nuestra naturaleza y personalidad es una negación de nuestro yo. Las elecciones importantes deben ser pensadas, sin embargo las decisiones banales como elegir un camino por el cual transitar como acción rutinaria son momentos que nos permiten libertad y espontaneidad para escapar de la rutina.
Sólo cuando el camino es trascendente, no hay forma de dar marcha atrás sin haber experimentado un cambio. La vida es un acumular experiencias y conocimientos, de modo que el rol que una persona siguió en su etapa formativa podrá ser abandonado y cambiado pero siempre condicionará el ethos por la suma de puntos de vista y papeles desplegados en la trayectoria vital. El cambio es un sistema para acrecentar variables, acumular puntos de vista y análisis y modos de proceder.

La elección del camino más difícil: Frost eligió en su vida el camino del arte, mucho más arduo y menos recorrido por el común de la gente. El ya sabía como era el derecho en tanto carrera, ya no lo continúo otro día aunque sabía que era predecible. “Aun sabiendo el modo en que las cosas siguen adelante”, hubiera prefigurado su vida con facilidad de continuar para abogado; mientras lo que siguió en la literatura era difícil de vislumbrar, pues el futuro implica constante movimiento.
Las recompensas de la literatura no están en el éxito comercial, ni en ganar litigios, lo único que se vence es la tendencia a emplear el lenguaje común para hacerse dueño de un hablar elevado. La conciencia de seguir el camino del arte no supone el desprecio hacia otras profesiones, pero sí la certeza de estar en el oficio que impone más azares y sacrificios para recoger el fruto de la producción literaria. En las letras no todo es el reconocimiento público, es gratificante sí, pero consecuencia del camino elegido.
Frost está en un bosque cuando se bifurca su camino, está recordando su juventud ante la disyuntiva que se le planteó entre las leyes y las letras. El bosque es el espacio ideal para el arte, se lo puede transitar con un leve estado de conciencia, o se puede penetrar en sus caminos ignotos para profundizar en su misterio. El camino no elegido será un simple recuerdo de lo que pudo ser y no se realizó, guardándolo como referente de evocación para su poesía.
Conclusión: Frost poetiza sobre las decisiones trascendentes de la vida, ocultas bajo la aparente cotidianeidad, pero que repercuten en nuestro destino, condicionando nuestro ethos o ayudándonos a potenciarlo. El arte es la más significativa decisión, pues se asume el gozo estético y también el sacrificio que requiere el dominio de la técnica, la asimilación de un lenguaje depurado, la dedicación a aprender misterios trascendentes para luego comunicarlos, el arte difícilmente tiene marcha atrás.

La decisión del poeta de seguir el camino del arte implica una conciencia de la realidad circundante, su pasado, presente y futuro con todas sus potencialidades de expresión, ya que está atento al cambio en la naturaleza, en su ethos y en el arte que ha venido dominando a costa de innumerables sacrificios y vuelcos en la vida.