04 agosto, 2012



La poesía nos ha salvado del abismo
y, sin embargo, día tras día hemos de soportar el tedio
en cientos de palabras quebradizas
del impostor que nos acecha por la espalda,
en cualquier esquina sin oídos.

Nosotros
que hemos tropezado con los ojos de la muerte en el camino
y exiliados del miedo hemos disparado a la memoria por amor
a este universo puro.

Nosotros
que aún teniendo los grilletes apretándonos el cuello
jamás hemos dudado del oxígeno en nuestro paso silencioso,
reafirmando la certeza del origen contra todo asfalto perturbador
y contra todo rascacielos.

La poesía late en nuestras venas
como una enfermedad inextinguible,
nada importa más: cada paso es fuego, luz,
relámpago o trueno en las entrañas,
salvación y abismo insondable.

Desde lejanas montañas, a los pies del gran río,
alzamos la copa junto al maestro Li Po,
su serena barca nos cobija en la quietud inquebrantable del sendero.

La poesía nos ha salvado del abismo,
la poesía nos ha salvado del abismo,
la poesía nos ha salvado del abismo.

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