16 octubre, 2011

Lejos de los efectos especiales
que tiñen la pantalla
de sonrisas huecas
muere la tarde en un puñal de dios,
lo esencial se recoge en el recuerdo
de aquella mirada triste.

Entre su nuca y este aliento
taciturno del nunca, ella no sabe quién es
cuando apoyada en la baranda del tiempo
se instala lentamente aquí,
me necesita
sin que apenas lo note
esa lógica razón del mundo.

Es Domingo,
paseando celebro,
aunque el desastre de mi soledad
y el tumultuoso desorden de esa casa de alquiler
quieran escapar
de todo este ruido de coches enfermos,
camas vacías, tareas pendientes
y bares sin alma.

La enredadera huérfana que crece
por encima de bocinas y flashes
se parece un poco a ella,
hay algo de cierto en todo este derrame,
yo tan solo escribo
para que nadie me lea.

Las palabras no sirven,
hay que saltar, hay que dejarse caer
sin tirarse, hay que mirar al abismo
y no dejarse llevar por corrientes
alejadas del Ser.

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