al espíritu. Analizo sus implicaciones, el éxtasis interrumpido
en el instante de la contemplación, el recorrido místico
entre emoción y reflexión. Pese a ello, ¿será ese, de hecho,
el verdadero concepto del amor? Porque, al leer
a los clásicos, no encuentro más que errores
en el anacronismo de las épocas. ¿Qué sería el sentimiento
para un hombre de la Antigüedad? ¿Por qué habían de luchar
griegos y troyanos si no hubiese estado en juego el cuerpo
de una mujer, aunque otros intereses, de acuerdo
con la teoría de Marx, los hubiesen empujado a unos contra otros?
¿Y qué hacían en medio de todo esto los efebos socráticos,
los guerreros espartanos con sus amigos, y todas
las palabras de hombres y mujeres en las tragedias recitadas
en anfiteatros barridos por los vientos del Mediterráneo? Hipólito,
Antígona, Edipo, bacantes y sibilas, intercambiando imprecaciones
y argumentos... Yo, no obstante, sentado en un muro que da
al acantilado, mientras la corriente empuja a las gaviotas
hacia alta mar, evoco mis amores platónicos. Todas
esas que he guardado en la memoria, para que habitasen poemas
y versos, se juntan ahora en esta tarde de calor, y me preguntan
por qué he limitado el amor a la inacción del alma. Sus imágenes
vacilan con la tarde, como si el sol las abandonase; y
les doy la sonrisa triste de las higueras muertas, para que la lleven
hacia sus túmulos de sombra. El amor, les digo, no es
el abrazo mental que ningún remordimiento resucita; y
el silencio de este día de verano, frente al mar, os aparta
de mí. Mientras, a cada una de vosotras, os amé; y
si os olvido es porque pienso en la teoría platónica, y la
cuestiono, abandonando la caverna donde viví
con vosotras. Aquí, al sol, aunque sea este sol del fin
del día, es otro mi amor. Helena, Dido, Eurídice,
las más heridas de las mujeres amadas, y también otras,
Laura, Beatriz, Margarita, las que dejaron su nombre
en el corazón del canto, ocupan vuestro lugar -oh amigas
desencontradas- y es con ellas con quienes hablo de Platón,
para ver si llegamos a una conclusión.
poema de Nuno Júdice
Traducción: Jesús Munárriz
(Influencia publicada en este blog el 16 de octubre de 2010)

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