05 mayo, 2012

sin nombre (2009)

Al principio no tenías nombre,
y tu rostro era tan nuevo
que hasta los espejos se sentían extraños de mirarte.
Bajabas la ladera
despeinando a la noche entre miradas
y aquí, junto al aljibe seco,
te detuviste unos meses contra mi memoria
y me mataste.

    
    
    
Y así fue que nací,
    
    
    

entre libros y besos
fui forjando la palabra que no te definiera,
el amor que no significara,
la certeza de no hallar más que incertidumbre
en cada pliegue de esta finitud.

Pasaron los años con sus nombres y apellidos
intentando fraguar un concepto de ti,
y yo seguía
en la nube vorágine de días aplazados y sin tiempo
jugando con un pelo de onírico algodón
que aún late con sabor a paraíso
en cualquier lugar,
ajeno al movimiento lógico de la existencia.

    
    
    
Porque cualquier lugar
    
    
    

y cualquier fecha
sirven de pretexto a lo que es fin
y origen diseminado, en el transcurso
de algo que se llama sin nombre
y sin verbo actúa
rompiendo las reglas naturales del lenguaje.

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