03 abril, 2012

Algo habita en los sauces
que la ciudad castiga,
con un leve murmullo de estío
baja el río desde la acristalada sierra,
sepultada luna de primaveras ociosas
en ella se mira el extraño pasajero del poema,
todos los ojos tapiados para la piel que habita
sobre esta sed del alma,
centenares de vehículos rugiendo en el asfalto,
solo en el ancho cielo algún punto marcará el azar,
donde se inspiran posibilidades infalibles,
aunque el mañana descarnado
nos haya de escupir violento,
viejo Guadarrama, árboles raquíticos,
estos no son vuestros primeros ojos,
recostado en la plegaria inmemorial de tu paisaje
escucho reverberar la vida,
donde la sombra ha de llevarme un día
a encontrarme definitivamente,
lejos de los nombres,
a salvo de lo efímero.

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