14 julio, 2011

Almizcle de inertes soledades
En el turbio jardín de otoño y barro,
Arañas que trepan por la repisa
De algún roto confín, disparatado éter.

Enredadera de fósiles cuajan
En la insaciable carne de ciudad, oh vacua,
Alejándose con un tran tran de humo,
Reflejo de árboles gimen en el viento.

La oblicua lluvia de París, Lisboa
Se me antoja un cementerio de romanos
Donde el fado alegra las noches mías
Por obra y gracia del vino, mujer.

Mujer inerte de morena piel,
París es sólo un cuento chino de Cortázar,
Cabellos de escarcha sobre hiel de luna,
Marineros se despiden de Eurídice,
El barco zarpa hacia otros mundos sin ti.

Y me quedo en el umbral de tu memoria
Espoleando cronopios retrasados
Que saben a jazmín y a dura flor,
Como el sol traidor del mediodía.

Aún cuando la esperanza quiera
Omitir el espantoso juicio del recuerdo
Sé que te hallaré desnuda ayer,
Con la ridícula vergüenza de un muchacho.

Recuerdo el día, la serena tarde,
Tu padre y mi adiós en su fusil nostalgia,
Un hombre como yo no se esconde
Al sentir los injustos ataques del tiempo,
El poema siempre permanece intacto.

Mujer late, piel de nieve, azul, yo te revivo,
Cuidarás de una familia acomodada
Mientras hilvano destrucciones y remiendos
A golpe de furtiva inercia.

Contra el disparo de muerte que nos asestaron
La palabra se irguió tozuda,
Irreverente,
Eterna,
Fiel

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