23 noviembre, 2010

Cicatriz


Cicatriz de paso fija en ojos
que conocen la exactitud de tu sangre
lánguida y alegre como gotas de rocío.

La casa en penumbra
cuando fuera el sol todo lo enciende.

Y todo quiere decir
la hilvanada destrucción de cuanto asoma,
el dócil germinar de la carne
que impaciente tiembla

bajo aquel árbol de luz.

Talado presente de amor
que naces para destruirte solo,
pasión que apuntas el cadáver
en tu libreta retrasada de fuego,
ceniza para un cosmos sin pan.

Ya no puedo ayudarte como hombre
si no es en las cosas cotidianas de la vida,
cada día abro la puerta del poema
y planeo en el desdén de tu silencio altivo,
a nadie culpo de esta nada.

La palabra es incienso penetrando
el aire viciado de aquella habitación.
Estoy conforme con todo, cicatriz,
hay un olor que basta para que el recuerdo sea,
porque la muerte tan solo interrumpe un despertar.



Poema en marcha gestado en la Biblioteca Regional Joaquín Leguina, donde se ha celebrado estos días un congreso internacional "memoria encendida de un poeta" dedicado a la figura de Luis Rosales con motivo de su centenario. Así mismo, se ha presentado una edición crítica - la primera de Rosales - minuciosamente preparada por Noemí Montetes-Mairal en la editorial Cátedra con tres de sus libros fundamentales Rimas/La casa encendida/El contenido del corazón, así como una edición en italiano de la casa encendida la casa iluminata editorial Liguori llevada a cabo por Gabriele Morelli. En la presentación acompañaron a sus preparadores Luis García Montero y José Carlos Rosales.


20 noviembre, 2010

Se llama poesía

Se llama poesía, algunos la escupen
como un vómito de borrachera
en ciertos bares de Madrid
que recordar no quiero.

Se llama poesía, algunos la editan
como si fuera un quinqui o una puta
y reclaman después su mercancía
cifrada en números redondos.

Se lee poesía y no estás invitado,
porque no tienes carné de partido
ni asumes la flor del mercado.

Si tu mayor deseo
es cargar con un mote que empieza por pe
para toda la vida, entonces no vivas.
Cumple con los requisitos de este notariado:
ten a punto un quiosco ambulante del ego
y espera a la orden de nuestro director.

No aceptamos marcas obsoletas
ni rótulos en blanco y negro.
Si no sabes vender
por desamor al arte, escribe.

14 noviembre, 2010

La aurora de Federico García Lorca

En 1929 Federico García Lorca, sufriendo una crisis personal que describe el poeta mismo como „crisis sentimental“ vivió, estudió y escribió durante casi un año en la ciudad de Nueva York. En este periodo editó los poemas del libro Poeta en Nueva York que fue publicado cuatro años despues de la muerte del poeta en 1940.

Poeta en Nueva York representa la vista personal de Lorca de un mundo desequilibrado. La Nueva York industrial es para Lorca un mundo en desorden donde se unifican las fuerzas enemigas de la vida: La muerte, la soledad, los números y las leyes que esclavizan al hombre y su naturaleza. Es un mundo de oposiciones: La muerte lucha constantemente contra la vida y la naturaleza se enfrenta al universo urbano inhumano.

„Todo lo natural, lo vivo, es sacrificado al gran monstruo, es convertido en mercancía“

Los ciudadanos ya no son individuos. El mundo urbano de Nueva York parece un hormiguero donde la gente es explotada por los mecanismos inhumanos de la civilización. Ni sufren ni sienten dolor, no están ni muertos ni vivos. Solo son esclavos impersonales, ya han perdido su naturaleza aguantando su destino letárgicamente. El poeta se mueve angustiado entre estas muchedumbres lúgubres.

Poeta en Nueva York marca una ruptura en la obra de Federico García Lorca. Presenta una visión del mundo moderno que no ha tenido antes:

Poet in New York is a poetry of anguish and outrage, a poetry of the solitary individual isolated within a chaotic, hostile universe with which he has no communication. The apparently surrealistic imageryexpresses a very different world from the Andalucía of Libro de poemas

García-Posada llama al estilo de Lorca ultrarrealismo porque no se trata de una visión externa y objetiva del mundo. El poeta se mete dentro del mundo poetizado para describirlo desde un punto de vista personal.

La realidad es punto de partida, pero es sometida a una profunda transformación poética, que construye un mundo no irreal, sino ultrarreal, donde se aprehende la esencia de los fenómenos de la realidad que ha servido de materia prima.


Poeta en Nueva York al principio de los años 40, despues de su publicación fue recibido como obra extraordinaria de Lorca. Siendo distinto a sus obras anteriores fue considerado por muchos críticos como inaccesible rechazo de su estilo anterior. Pero más tarde algunos autores han señalado que Poeta en Nueva York no muestra una ruptura esencial en la obra de Lorca. Solamente es expresión de una visión del mundo distinto usando en grandes partes las mismas técnicas como por ejemplo en Libro de Poemas o en Diván del Tamarit.

Our examination of the imagery of Poet in New York has shown [...] that the New York poetry is a simbolic expression of the poet’s state of mind, as is is earlier work. The striking revolution evident here, therefore is not a basic change of technique [...] but rather a change of form, revealing the poet’s sudden alienation from society and nature.

El libro Poeta en Nueva York tiene una estructura concepcional que representa las experiencias que hizo Lorca en la ciudad: Su llegada, su encuentro con los negros, su impresión de Wall Street y al final su viaje a Cuba en Son negros en Cuba. La aurora da al lector una visión de Nueva York como paisaje triste y deprimente utilizando como punto de partida el momento de la salida del sol en la ciudad.





La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean en las aguas podridas.

La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.

La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.

Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraísos ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.

La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.



06 noviembre, 2010

y aún sonríes al otoño




Esos colores de la calle que se duerme
bajo el cielo herido del atardecer,
las antenas de metal raquítico,
aquel contorno oscuro
de los edificios más altos
amenazantemente fríos,
a través de la ventana me recuerdan a ti
que estás parado de repente
en una esquina
donde has perdido seis trozos de esperanza,
cuatro kilos de vida, dos meses de alquiler
y aún sonríes al otoño, a ti
que apuras en terrazas contiguas
la exhalación de tu violín gastado.


04 noviembre, 2010

sin título

La esencia del tiempo se pierde en labios que nunca volverás a conocer,
oirás flores de madera, cirios escupiendo tinta
sobre tu almohada sin relleno.

Saldrás envejecido como un cazador en el silencio de la noche
y te creerás más fuerte y cultivado,
y te creerás más firme para enfrentar la vida.

Embestirás al alba contra muros de carmín,
soñarás con aquel dios que un día prometieron tus educadores
y sentirás nostalgia de haberte conocido.

Entonces querrás asesinar los complicados juegos del lenguaje
para emerger en templos
de piel acogedora.

02 noviembre, 2010

Isla de otoño

El tiempo se detiene en el poema,
en su extensión rebuscas
las verdes hojas que fallecen,
antigua luz de otra piel.

Sobre el asfalto cómplice de un sueño
crujen besos que no supiste dar
tostados al calor del mediodía.

El motivo de tu viaje es incierto,
contemplas raíces ocres y pintas
versos con vocación de nada,
como el hálito de un fruto rebelde.


Octubre 2010


Copyright ©

30 octubre, 2010

El día de Difuntos de 1836


Fígaro en el cementerio

Mariano José de Larra


Beati qui moriuntur in domino





En atención a que no tengo gran memoria, circunstancia que no deja de contribuir a esta especie de felicidad que dentro de mí mismo me he formado, no tengo muy presente en qué artículo escribí (en los tiempos en que yo escribía) que vivía en un perpetuo asombro de cuantas cosas a mi vista se presentaban. Pudiera suceder también que no hubiera escrito tal cosa en ninguna parte, cuestión en verdad que dejaremos a un lado por harto poco importante en época en que nadie parece acordarse de lo que ha dicho ni de lo que otros han hecho. Pero suponiendo que así fuese, hoy, día de difuntos de 1836, declaro que si tal dije, es como si nada hubiera dicho, porque en la actualidad maldito si me asombro de cosa alguna. He visto tanto, tanto, tanto... como dice alguien en El Califa. Lo que sí me sucede es no comprender claramente todo lo que veo, y así es que al amanecer un día de difuntos no me asombra precisamente que haya tantas gentes que vivan; sucédeme, sí, que no lo comprendo.

En esta duda estaba deliciosamente entretenido el día de los Santos, y fundado en el antiguo refrán que dice: Fíate en la Virgen y no corras (refrán cuyo origen no se concibe en un país tan eminentemente cristiano como el nuestro), encomendábame a todos ellos con tanta esperanza, que no tardó en cubrir mi frente una nube de melancolía; pero de aquellas melancolías de que sólo un liberal español en estas circunstancias puede formar una idea aproximada. Quiero dar una idea de esta melancolía; un hombre que cree en la amistad y llega a verla por dentro, un inexperto que se ha enamorado de una mujer, un heredero cuyo tío indiano muere de repente sin testar, un tenedor de bonos de Cortes, una viuda que tiene asignada pensión sobre el tesoro español, un diputado elegido en las penúltimas elecciones, un militar que ha perdido una pierna por el Estatuto, y se ha quedado sin pierna y sin Estatuto, un grande que fue liberal por ser prócer, y que se ha quedado sólo liberal, un general constitucional que persigue a Gómez, imagen fiel del hombre corriendo siempre tras la felicidad sin encontrarla en ninguna parte, un redactor del Mundo en la cárcel en virtud de la libertad de imprenta, un ministro de España y un rey, en fin, constitucional, son todos seres alegres y bulliciosos, comparada su melancolía con aquella que a mí me acosaba, me oprimía y me abrumaba en el momento de que voy hablando.

Volvíame y me revolvía en un sillón de estos que parecen camas, sepulcro de todas mis meditaciones, y ora me daba palmadas en la frente, como si fuese mi mal de casado, ora sepultaba las manos en mis faltriqueras, a guisa de buscar mi dinero, como si mis faltriqueras fueran el pueblo español y mis dedos otros tantos gobiernos, ora alzaba la vista al cielo como si en calidad de liberal no me quedase más esperanza que en él, ora la bajaba avergonzado como quien ve un faccioso más, cuando un sonido lúgubre y monótono, semejante al ruido de los partes, vino a sacudir mi entorpecida existencia.

–¡Día de Difuntos! –exclamé.

Y el bronce herido que anunciaba con lamentable clamor la ausencia eterna de los que han sido, parecía vibrar más lúgubre que ningún año, como si presagiase su propia muerte. Ellas también, las campanas, han alcanzado su última hora, y sus tristes acentos son el estertor del moribundo; ellas también van a morir a manos de la libertad, que todo lo vivifica, y ellas serán las únicas en España ¡santo Dios!, que morirán colgadas. ¡Y hay justicia divina!

La melancolía llegó entonces a su término; por una reacción natural cuando se ha agotado una situación, ocurriome de pronto que la melancolía es la cosa más alegre del mundo para los que la ven, y la idea de servir yo entero de diversión...

–¡Fuera –exclamé–, fuera! –como si estuviera viendo representar a un actor español–: ¡fuera! –como si oyese hablar a un orador en las Cortes. Y arrojeme a la calle; pero en realidad con la misma calma y despacio como si tratase de cortar la retirada a Gómez.

Dirigíanse las gentes por las calles en gran número y larga procesión, serpenteando de unas en otras como largas culebras de infinitos colores: ¡al cementerio, al cementerio! ¡Y para eso salían de las puertas de Madrid!

Vamos claros, dije yo para mí, ¿dónde está el cementerio? ¿Fuera o dentro? Un vértigo espantoso se apoderó de mí, y comencé a ver claro. El cementerio está dentro de Madrid. Madrid es el cementerio. Pero vasto cementerio donde cada casa es el nicho de una familia, cada calle el sepulcro de un acontecimiento, cada corazón la urna cineraria de una esperanza o de un deseo.

Entonces, y en tanto que los que creen vivir acudían a la mansión que presumen de los muertos, yo comencé a pasear con toda la devoción y recogimiento de que soy capaz las calles del grande osario.

–¡Necios! –decía a los transeúntes–. ¿Os movéis para ver muertos? ¿No tenéis espejos por ventura? ¿Ha acabado también Gómez con el azogue de Madrid? ¡Miraos, insensatos, a vosotros mismos, y en vuestra frente veréis vuestro propio epitafio! ¿Vais a ver a vuestros padres y a vuestros abuelos, cuando vosotros sois los muertos? Ellos viven, porque ellos tienen paz; ellos tienen libertad, la única posible sobre la tierra, la que da la muerte; ellos no pagan contribuciones que no tienen; ellos no serán alistados ni movilizados; ellos no son presos ni denunciados; ellos, en fin, no gimen bajo la jurisdicción del celador del cuartel; ellos son los únicos que gozan de la libertad de imprenta, porque ellos hablan al mundo. Hablan en voz bien alta y que ningún jurado se atrevería a encausar y a condenar. Ellos, en fin, no reconocen más que una ley, la imperiosa ley de la Naturaleza que allí les puso, y ésa la obedecen.

–¿Qué monumento es éste? -exclamé al comenzar mi paseo por el vasto cementerio–. ¿Es él mismo un esqueleto inmenso de los siglos pasados o la tumba de otros esqueletos? «¡Palacio!» Por un lado mira a Madrid, es decir, a las demás tumbas; por otro mira a Extremadura, esa provincia virgen... como se ha llamado hasta ahora. Al llegar aquí me acordé del verso de Quevedo: «Y ni los v... ni los diablos veo». En el frontispicio decía: «Aquí yace el trono; nació en el reinado de Isabel la Católica, murió en La Granja de un aire colado». En el basamento se veían cetro y corona y demás ornamentos de la dignidad real. «La Legitimidad», figura colosal de mármol negro, lloraba encima. Los muchachos se habían divertido en tirarle piedras, y la figura maltratada llevaba sobre sí las muestras de la ingratitud.

¿Y este mausoleo a la izquierda? «La armería.» Leamos:

«Aquí yace el valor castellano, con todos sus pertrechos».

Los Ministerios: «Aquí yace media España; murió de la otra media».

Doña María de Aragón: «Aquí yacen los tres años».

Y podía haberse añadido: aquí callan los tres años. Pero el cuerpo no estaba en el sarcófago; una nota al pie decía:

«El cuerpo del santo se trasladó a Cádiz en el año 23, y allí por descuido cayó al mar».

Y otra añadía, más moderna sin duda: «Y resucitó al tercero día».

Más allá: ¡Santo Dios!, «Aquí yace la Inquisición, hija de la fe y del fanatismo: murió de vejez». Con todo, anduve buscando alguna nota de resurrección: o todavía no la habían puesto, o no se debía de poner nunca.

Alguno de los que se entretienen en poner letreros en las paredes había escrito, sin embargo, con yeso en una esquina, que no parecía sino que se estaba saliendo, aun antes de borrarse: «Gobernación». ¡Qué insolentes son los que ponen letreros en las paredes! Ni los sepulcros respetan.

¿Qué es esto? ¡La cárcel! «Aquí reposa la libertad del pensamiento.» ¡Dios mío, en España, en el país ya educado para instituciones libres! Con todo, me acordé de aquel célebre epitafio y añadí involuntariamente:



Aquí el pensamiento reposa,


en su vida hizo otra cosa.




Dos redactores del Mundo eran las figuras lacrimatorias de esta grande urna. Se veían en el relieve una cadena, una mordaza y una pluma. Esta pluma, dije para mí, ¿es la de los escritores o la de los escribanos? En la cárcel todo puede ser.

«La calle de Postas», «la calle de la Montera». Éstos no son sepulcros. Son osarios, donde, mezclados y revueltos, duermen el comercio, la industria, la buena fe, el negocio.

Sombras venerables, ¡hasta el valle de Josafat!

Correos. «¡Aquí yace la subordinación militar!»

Una figura de yeso, sobre el vasto sepulcro, ponía el dedo en la boca; en la otra mano una especie de jeroglífico hablaba por ella: una disciplina rota.

Puerta del Sol. La Puerta del Sol: ésta no es sepulcro sino de mentiras.

La Bolsa. «Aquí yace el crédito español». Semejante a las pirámides de Egipto, me pregunté, ¿es posible que se haya erigido este edificio sólo para enterrar en él una cosa tan pequeña?

La Imprenta Nacional. Al revés que la Puerta del Sol, éste es el sepulcro de la verdad. Única tumba de nuestro país donde a uso de Francia vienen los concurrentes a echar flores.

La Victoria. Ésa yace para nosotros en toda España. Allí no había epitafio, no había monumento. Un pequeño letrero que el más ciego podía leer decía sólo: «¡Este terreno le ha comprado a perpetuidad, para su sepultura, la junta de enajenación de conventos!»

¡Mis carnes se estremecieron! ¡Lo que va de ayer a hoy! ¿Irá otro tanto de hoy a mañana?

Los teatros. «Aquí reposan los ingenios españoles.» Ni una flor, ni un recuerdo, ni una inscripción.

«El Salón de Cortes». Fue casa del Espíritu Santo; pero ya el Espíritu Santo no baja al mundo en lenguas de fuego.



Aquí yace el Estatuto,


vivió y murió en un minuto.




Sea por muchos años, añadí, que sí será: éste debió de ser raquítico, según lo poco que vivió.

«El Estamento de Próceres.» Allá en el Retiro. Cosa singular. ¡Y no hay un Ministerio que dirija las cosas del mundo, no hay una inteligencia previsora, inexplicable! Los próceres y su sepulcro en el Retiro.

El sabio en su retiro y villano en su rincón.

Pero ya anochecía, y también era hora de retiro para mí. Tendí una última ojeada sobre el vasto cementerio. Olía a muerte próxima. Los perros ladraban con aquel aullido prolongado, intérprete de su instinto agorero; el gran coloso, la inmensa capital, toda ella se removía como un moribundo que tantea la ropa; entonces no vi más que un gran sepulcro: una inmensa lápida se disponía a cubrirle como una ancha tumba.

No había «aquí yace» todavía; el escultor no quería mentir; pero los nombres del difunto saltaban a la vista ya distintamente delineados.

«¡Fuera –exclamé– la horrible pesadilla, fuera! ¡Libertad! ¡Constitución! ¡Tres veces! ¡Opinión nacional! ¡Emigración! ¡Vergüenza! ¡Discordia!» Todas estas palabras parecían repetirme a un tiempo los últimos ecos del clamor general de las campanas del día de Difuntos de 1836.

Una nube sombría lo envolvió todo. Era la noche. El frío de la noche helaba mis venas. Quise salir violentamente del horrible cementerio. Quise refugiarme en mi propio corazón, lleno no ha mucho de vida, de ilusiones, de deseos.

¡Santo cielo! También otro cementerio. Mi corazón no es más que otro sepulcro. ¿Qué dice? Leamos. ¿Quién ha muerto en él? ¡Espantoso letrero! «¡Aquí yace la esperanza!»

¡Silencio, silencio!

El Español, n.º 368, 2 de noviembre de 1836.



16 octubre, 2010

UN DIÁLOGO DE SOMBRAS

El amor, en su dimensión platónica, me afecta
al espíritu. Analizo sus implicaciones, el éxtasis interrumpido
en el instante de la contemplación, el recorrido místico
entre emoción y reflexión. Pese a ello, ¿será ese, de hecho,
el verdadero concepto del amor? Porque, al leer
a los clásicos, no encuentro más que errores
en el anacronismo de las épocas. ¿Qué sería el sentimiento
para un hombre de la Antigüedad? ¿Por qué habían de luchar
griegos y troyanos si no hubiese estado en juego el cuerpo
de una mujer, aunque otros intereses, de acuerdo
con la teoría de Marx, los hubiesen empujado a unos contra otros?
¿Y qué hacían en medio de todo esto los efebos socráticos,
los guerreros espartanos con sus amigos, y todas
las palabras de hombres y mujeres en las tragedias recitadas
en anfiteatros barridos por los vientos del Mediterráneo? Hipólito,
Antígona, Edipo, bacantes y sibilas, intercambiando imprecaciones
y argumentos... Yo, no obstante, sentado en un muro que da
al acantilado, mientras la corriente empuja a las gaviotas
hacia alta mar, evoco mis amores platónicos. Todas
esas que he guardado en la memoria, para que habitasen poemas
y versos, se juntan ahora en esta tarde de calor, y me preguntan
por qué he limitado el amor a la inacción del alma. Sus imágenes
vacilan con la tarde, como si el sol las abandonase; y
les doy la sonrisa triste de las higueras muertas, para que la lleven
hacia sus túmulos de sombra. El amor, les digo, no es
el abrazo mental que ningún remordimiento resucita; y
el silencio de este día de verano, frente al mar, os aparta
de mí. Mientras, a cada una de vosotras, os amé; y
si os olvido es porque pienso en la teoría platónica, y la
cuestiono, abandonando la caverna donde viví
con vosotras. Aquí, al sol, aunque sea este sol del fin
del día, es otro mi amor. Helena, Dido, Eurídice,
las más heridas de las mujeres amadas, y también otras,
Laura, Beatriz, Margarita, las que dejaron su nombre
en el corazón del canto, ocupan vuestro lugar -oh amigas
desencontradas- y es con ellas con quienes hablo de Platón,
para ver si llegamos a una conclusión.


poema de Nuno Júdice

Traducción: Jesús Munárriz


(Influencia publicada en este blog el 16 de octubre de 2010)



Nuno Júdice nació en Algarve, Sur de Portugal, en 1949. Poeta, narrador, ensayista, dramaturgo, editor profesor universitario y diplomático. Realizó estudios de Filología romana. Ha publicado doce libros de poesía, seis de ficción, y varios volúmenes de ensayo. Fue el primer poeta portugués en ser editado en Francia por la prestigiosa editorial Gallimard. En 1973 ganó el Premio Neruda y en 1995, el gran Premio de Poesía de la Asociación de Escritores Portugueses. Se desempeñó como Agregado Cultural de Portugal en París. Fundador y director de la revista de Poesía Tabacaria. Algunas de sus obras, traducidas al francés son Jeu de reflets (Juego de reflejos), con pinturas de Manuel Amado, Paris, Chandeigne, 2001; Lignes d’eau (Líneas de agua), Fata Morgana, 2000; Traces d’ombre (Trazos de sombra), traducido por Geneviève Leibrich, Paris, Métailié, 2000; Un chant dans l’épaisseur du temps (Un canto en el espesor del tiempo) seguido de Méditation sur les ruines (Meditación sobre las ruinas), Gallimard, 1996; Voyage dans un siècle de littérature portugaise (Viaje en un siglo de Literatura Portuguesa), Bordeaux, l’Escampette, 1993.

09 octubre, 2010

delgada línea

La calle es estrecha
y gime como un parto,
desde la noche fresca
se abre paso la lluvia,
cruje fuera una luz
que se hace más leve en la estancia.

Ve allí,
rompe fronteras,

muerde el recuerdo aquel
que te dejó pensando.
Todo es salvaje azar,
valor ajado, atrevimiento.

Se te escapa una brisa
como roce soñado
de piel que ya no existe,
se te escapa una pena en el viento,
no tiene identidad
la flor de tus derroches.

Cargas con la sombra
de un tiempo detenido
que jamás regresa,
todo se pierde o corre
hasta caer rendido
en pasto de leyenda.

Más allá de los hombres lo esperas,
como un rayo sordo,
en esa delgada línea
que separa la muerte del olvido.



© 2010 José Antonio Pamies

04 octubre, 2010

sin título

Ser transparente nube,
leve espiral de paso,
anidar en la altura
y caer sobre esta misma hierba,
como lluvia que moja
un deseo en el olvido.

03 octubre, 2010

HIPERIÓN A BELARMINO

A veces, sin embargo, se dejaba sentir todavía en mí una fuerza espiritual, aunque sólo con afanes de destrucción.

¿Qué es el hombre?, podía ser el comienzo de mi razonamiento; ¿cómo sucede que haya algo así en el mundo que, como un caos, fermenta y se pudre igual que un árbol seco y nunca se desarrolla hasta la madurez? ¿Cómo permite la naturaleza que exista este agraz entre sus dulces uvas?


Se dirige a las plantas diciéndoles: ¡yo también fui un día como vosotras!, y a los astros puros: ¡quiero ser como vosotros, en otro mundo! Mientras tanto se desgarra en pedazos y ejerce de vez en cuando sus artes consigo mismo como si pudiera volver a juntar lo vivo una vez que ya se ha disuelto, como si se tratara de una obra de albañilería; pero tampoco le desconcierta que nada mejore gracias a su actuación; lo que hace, pasa siempre por ser una prueba de su habilidad.


¡Ah, pobres de vosotros los que sentís todo esto, los que tampoco gustáis de hablar del destino humano, los que os sentís también cada vez más atrapados por la nada que reina sobre nosotros, fundamentalmente convencidos de que nacemos para nada, de que amamos una nada, creemos en nada, nos esforzamos por nada, para hundirnos poco a poco en la nada...! ¿qué puedo hacer si os flaquean las rodillas cuando pensáis seriamente en ello? Porque yo también me he hundido muchas veces en estos pensamientos y he gritado: ¿por qué llevas el hacha a mis raíces, espíritu cruel? y todavía estoy aquí.


Antiguamente, mis sombríos hermanos, era distinto. Sobre nosotros estaba la belleza y la alegría; estos corazones desbordaban a la vista de los lejanos fantasmas de dicha, y audaces y regocijados, se elevaron también nuestros espíritus y traspasaron la barrera; y cuando miraron a su alrededor, ¡ay!, sólo había un vacío infinito.


¡Oh!, a veces caigo de rodillas y mis manos se retuercen e imploran no sé a quien que cambie mis pensamientos. Pero no puedo acallar los gritos de la verdad. ¿No me he convencido por mí mismo ya dos veces? Cuando contemplo la vida, ¿qué es lo último de todo? Nada. Cuando me elevo en el espíritu, ¿qué es lo más elevado de todo? Nada.


¡Pero cálmate, corazón! ¡Estás desperdiciando tus últimas fuerzas! ¿Tus últimas fuerzas? ¿Y tú, tú quieres asaltar el cielo? Pues ¿dónde están tus cien brazos, Titán, dónde tu Pelión y tu Osa, tus escalas para asaltar el castillo del padre de los dioses, para que subas y derribes al dios mismo y la mesa de los dioses y todas las cumbres inmortales del Olimpo, y prediques a los mortales: "¡Quedaos abajo, hijos del instante, no os esforcéis por subir a estas alturas, porque aquí arriba no hay nada!"


Puedes dejar de considerar lo que otros prefieren. A ti te vale tu nueva doctrina. Si sobre ti y ante ti no encuentras más que el vacío y el desierto, es porque en tu interior no hay más que vacío y desierto.


Si vosotros, los demás, sois más ricos que yo, bien podríais también ayudar un poco.


Si vuestro jardín está tan lleno de flores, ¿por qué no me alegra su perfume a mí también?... Si estáis tan llenos de divinidad, tenéis de sobra para darme a beber. En las fiestas, nadie carece de nada, ni siquiera el más pobre. Pero sólo hay alguien que celebre su fiesta entre vosotros, y es la muerte.


La necesidad, la angustia y la noche son vuestras dueñas. Ellas os separan u os obligan a juntaros, a palos. Al hambre le llamáis amor, y allí donde no veis nada, allí moran vuestros dioses. ¿Dioses? ¿Amor?


Sí, los poetas tienen razón, no hay nada, por pequeño e insignificante, con lo que no sea posible el entusiasmo.


Así pensaba yo entonces. Todavía no comprendo como nacieron en mí tales pensamientos.



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Friedrich Hölderlin


Exquisita traducción de Jesús Munárriz


26 septiembre, 2010

Manchado de azul
sospecho de tus botas
hechas para pisar la tarde,
hay gaviotas aplastadas contra este asfalto gris
y ridículas razones dentro de un café
que el desasosiego traga cotidiano.

Labios monótonos que anhelan enterrarme
con su pulcra estadística,
su ley abstracta ajena al vuelo sin maldad
de un pájaro extraviado
que ha olvidado mover sus alas.
Vestido de mar me persigue lo gris,
quién fuera ola arrebatada contra las piedras
y no metal oxidado por la circunstancia.
Horizonte de luz acuática
tu destino es existir,
y no te dejan.
Puede que ni siquiera te hayas dado cuenta, pero todo el mundo tiene un destino... Cada uno tiene una misión que cumplir. Ves niños, mujeres buenas, gente que no es nada, que no hacen ningún mal, pero llega un día en que ellos también...

Llega un día en que ellos también sucumben,
mujeres buenas, hombres que no conocían el mal.
Su destino es hoy anclaje de tierra,
besos que se estrellan contra un muro de culpa,
nube muerta a manos del deseo,
cadena sutil de ser mortal.
Caricatura del deseo

Sentimiento metafísico en mí,
ansío sin remedio cuanto está a mi alcance,
cuando lo tengo
no puedo acariciarlo como lo soñé
y dejo que se pierda entre los dedos.

He sido timado por la realidad
con su verdad a medias,
quisiera
no buscarte en vano cada día,
y me urge esta insaciable sed.


El mar y la muerte

Vendrá la muerte y tendrá mis ojos,
no los tuyos,
sólo existo yo frente al espejo,
también a veces el mar es.
Aeroplano de cera
sobre colinas de fuego,
suicida piel de aterrizaje

alas de metal
nieve gotean

23 septiembre, 2010

improvisación

La luz que hiere lo inmóvil es el tiempo de la expresión ida,
no se puede retener un ápice de certidumbre
apoyado sobre esta baranda frágil,
hay cartones que refugian mendigos de plata
y sucias alamedas para redondos zapatos de caucho.

La sangre no está por ningún lado que se pueda retener,
ni el beso multiforme de las despedidas
ni la sonrisa amable de aquel despertador excitado,
emociones que tiritan solas en algún corredor
y se muerden las uñas de impaciencia
a la espera del siguiente metro.

Así es como aprendes a vivir callado,
el zumbido de la vida se resuelve bien con tu blackberry
y alguna que otra dosis de farmacia,
tú que te crees viviente en lo tuyo y anhelas sin embargo
una fusión digna de aquel deseo primigenio,
más allá del vértigo con que te mira
esta ciudad sin ojos

pulsión vorágine de verdades inciertas,
mentiras de metal que pugnan por su disfraz de vida,
disparate persecutorio, arte redentor,
sueñas en el trayecto ambiguo de la nada.

18 septiembre, 2010

sin título

Deseo atroz, el mar
es una calma rota,
quise apresar los barcos
bajo una luz remota
y se hizo noche la vida.

La hiel de los adioses
me apartó en la esquina,
y qué solo se sintió
aquel blando corazón de nube.

Rebusqué en la miel
de las estrellas solas
cuando la vieja luna
me clavó su estaca
y un gato mordió los ojos de la carne.

Deseo abolido ya en su nacimiento,
espasmo de pupila antigua
que anhela desahuciarme,
casa de piel abandonada.

15 septiembre, 2010

De Luis Cernuda

A un poeta futuro

No conozco a los hombres. Años llevo
De buscarles y huirles sin remedio.
¿No les comprendo? ¿O acaso les comprendo
Demasiado? Antes que en estas formas
Evidentes, de brusca carne y hueso,
Súbitamente rotas por un resorte débil
Si alguien apasionado les allega,
Muertos en la leyenda les comprendo
Mejor. Y regreso de ellos a los vivos,
Fortalecido amigo solitario,
Como quien va del manantial latente
Al río que sin pulso desemboca.

No comprendo a los ríos. Con prisa errante pasan
Desde la fuente al mar, en ocio atareado.
Llenos de su importancia, bien fabril o agrícola;
La fuente, que es promesa, el mar sólo la cumple,
El multiforme mar, incierto y sempiterno.
Como en fuente lejana, en el futuro
Duermen las formas posibles de la vida
En un sueño sin sueños, nulas e inconscientes,
Prontas a reflejar la idea de los dioses.
Y entre los seres que serán un día
Sueñas tu sueño, mi imposible amigo.

No comprendo a los hombres. Mas algo en mí responde
Que te comprendería, lo mismo que comprendo
Los animales, las hojas y las piedras,
Compañeros de siempre silenciosos y fieles.
Todo es cuestión de tiempo en esta vida,
Un tiempo cuyo ritmo no se acuerda,
Por largo y vasto, al otro pobre ritmo
De nuestro tiempo humano corto y débil.
Si el tiempo de los hombres y el tiempo de los dioses
Fuera uno, esta nota que en mí inaugura el ritmo,
Unida con la tuya se acordaría en cadencia,
No callando sin eco entre el mudo auditorio.

Mas no me cuido de ser desconocido
En medio de estos cuerpos casi contemporáneos,
Vivos de modo diferente al de mi cuerpo
De tierra loca que pugna por ser ala
Y alcanzar aquel muro del espacio
Separando mis años de los tuyos futuros.
Sólo quiero mi brazo sobre otro brazo amigo,
Que otros ojos compartan lo que miran los míos.
Aunque tú no sabrás con cuánto amor hoy busco
Por ese abismo blanco del tiempo venidero
La sombra de tu alma, para aprender de ella
A ordenar mi pasión según nueva medida.

Ahora, cuando me catalogan ya los hombres
Bajo sus clasificaciones y sus fechas,
Disgusto a unos por frío y a los otros por raro,
Y en mi temblor humano hallan reminiscencias
Muertas. Nunca han de comprender que si mi lengua
El mundo cantó un día, fue amor quien la inspiraba.
Yo no podré decirte cuánto llevo luchando
Para que mi palabra no se muera
Silenciosa conmigo, y vaya como un eco
A ti, como tormenta que ha pasado
Y un son vago recuerda por el aire tranquilo.

Tú no conocerás cómo domo mi miedo
Para hacer de mi voz mi valentía,
Dando al olvido inútiles desastres
Que pululan en torno y pisotean
Nuestra vida con estúpido gozo,
La vida que serás y que yo casi he sido.
Porque presiento en este alejamiento humano
Cuan míos habrán de ser los hombres venideros,
Cómo esta soledad será poblada un día.
Aunque sin mí, de camaradas puros a tu imagen.
Si renuncio a la vida es para hallarla luego
Conforme a mi deseo, en tu memoria.

Cuando en hora tardía, aún leyendo
Bajo la lámpara luego me interrumpo
Para escuchar la lluvia, pesada tal borracho
Que orina en la tiniebla helada de la calle,
Algo débil en mí susurra entonces:
Los elementos libres que aprisiona mi cuerpo
¿Fueron sobre la tierra convocados
Por esto sólo? ¿Hay más? Y si lo hay ¿adonde
Hallarlo? No conozco otro mundo si no es éste,
Y sin ti es triste a veces. Ámame con nostalgia,
Como a una sombra, como yo he amado
La verdad del poeta bajo nombres ya idos.

Cuando en días venideros, libre el hombre
Del mundo primitivo a que hemos vuelto
De tiniebla y de horror, lleve el destino
Tu mano hacia el volumen donde yazcan
Olvidados mis versos, y lo abras,
Yo sé que sentirás mi voz llegarte,
No de la letra vieja, mas del fondo
Vivo en tu entraña, con un afán sin nombre
Que tú dominarás. Escúchame y comprende.
En sus limbos mi alma quizá recuerde algo,
Y entonces en ti mismo mis sueños y deseos
Tendrán razón al fin, y habré vivido.



De: Como quien espera el alba, 1941-1944

06 septiembre, 2010

I

Pretextos de bajamar,
ruinas de la memoria,
estanques de terciopelo.

Agua, sonido que engulle
barcos de papel y sueño,
secuestrada luz de sal.

Ojos manchados de hoy,
estrella sorda del tiempo,
cuerpo de mujer que abrasa
como abrasa todo lo que yo deseo.

Deseo vida, paz,
algo simple y cotidiano,
algo cierto.

Me dan plomo y trampa,
cárcel de tristes años,
desolación a secas.


05 agosto, 2010

un poema de Antonio Colinas

Fe de vida

Esperar junto a este mar (en el que nacieron las ideas)
sin ninguna idea. (Y así tenerlas todas.)
Ser sólo la brisa en la copa del pino grande,
el aroma del azahar, la noche de las orquídeas
en las calas olvidadas.

Sólo permanecer viendo el ave que pasa
y no regresa; quedar
esperando a que el cielo amarillo
arda y se limpie con los relámpagos
que llegarán saltando de una isla a otra isla.
O contemplar la nube blanca
que, no siendo nada, parece ser feliz.
Quedar flotando y transcurriendo de aquí para allá,
sobre las olas que pasan,
como un remo perdido.
O seguir, como los delfines,
la dirección de un tiempo sentenciado.

Ser como la hora de las barcas en las noches de enero,
que se adormecen entre narcisos y faros.
Dejadme, no con la luz del conocimiento
(que nació y se alzó de este mar),
sino simplemente con la luz de este mar.
O con sus muchas luces:
las de oro encendido y las de frío verdor.
O con la luz de todos los azules.

Pero, sobre todo, dejadme con la luz blanca,
que es la que abrasa y derrota a los hombres heridos,
a los días tensos, a las ideas como cuchillos.
Ser como olivo o estanque.
Que alguien me tenga en su mano como a puñado de sal.
O de luz.

Cerrar los ojos en el silencio del aroma
para que el corazón –al fin- pueda ver.
Cerrar los ojos para que el amor crezca en mí.
Dejadme compartiendo el silencio
y la soledad de los porches,
la hospitalidad de las puertas abiertas; dejadme
con el plenilunio de los ruiseñores de junio,
que guardan el temblor del agua en las últimas fuentes.
Dejadme con la libertad que se pierde
en los labios de una mujer.


26 julio, 2010

reclamo maldito contra el vacío actual


"Ilustres poetas, hace tiempo que se repartieron las provincias más florecientes del terreno poético. Me ha complacido, y tanto más cuanto la tarea presentaba crecientes dificultades, extraer la belleza del mal. Este libro, esencialmente inútil y absolutamente inocente, no tiene otro fin que divertirme y estimular mi gusto apasionado por la dificultad."

Charles Baudelaire


Es el reloj siniestro cuna de este frío
y razón de todas las mañanas huecas,
campana rota de trabajo o de fiesta
que suenas como un viento de ayer,
no quiero recordar la aurora,
ella me duele en los ojos.


Las flores negras del tío Baudelaire
adornan los templos del desasosiego,
donde no hay limosna para la vieja emoción
y como muchacha enferma
a la que han abandonado en la calle
se balancea sorda tu esperanza
.

No hallarás alivio que satán no destrone
ni tragedia más cruel
que la cicuta amada del Leteo,

olvido imposible, destino es zozobra,
belleza y tiempo se devoran en vano,
el equilibrista nunca está a salvo de vivir.

Sin embargo podrías aprender a morirte,
soñar desencantado en la campiña roja
junto a letras derrotadas por tu hipocresía,
destilar la angustia y beberte su licor extranjero
que sabe a noche recordada.


Llegarás a dudar con valentía y estilo,
romperás a golpe de prosodia
el rígido sistema de seres herramienta
que desisten de su propia identidad.

Escupe sangre sobre la carcoma,
mueble inquieto olvidado en un desván
que crujes para nadie.



24 julio, 2010

Sin darme cuenta
he vuelto a vosotros,
días como círculos concéntricos,
huesos que crujen
dentro de una piel abandonada.

Tapiado el edén de aquella historia,
decidme cómo desclavar
los signos y su rastro.

Hallo respuesta en este libro
antes de abrir la puerta de la calle
y presenciar estupefacto
el espectáculo erróneo
de mi propia existencia.


Friedrich Streben


21 julio, 2010

historia de un desencuentro

Le perdí la cara al sentido en esa calle,
un primer instante de soledad estúpida
me dejó huérfano por culpa de tus ojos
que ya no estaban, así fue durante miles de días,
aprendí a mirarme en los escaparates
y a distinguir los labios de la sed,
hubo tiempo para recomponer la ausencia
hasta que un ciego señaló la luz
y dijo basta,

terminó
el espontáneo baile de máscaras,

ya no sueño en las fiestas,
recuerdo algún nombre que se parece al tuyo,
recuerdo que no me acuerdo de nadie
y tiemblo de impaciencia
por besar el bourbon.




19 julio, 2010

la última palabra nunca será dicha

Trabaja en el absurdo, no creas en un puesto
en este mundo prestado y efímero.
El reconocimiento tiene vocación de ancla,
ya no soñarás sentado solo
en la bahía de un tiempo exclusivamente tuyo.
Olvídalo todo.
Sólo el desasosiego te mueve a rebuscar penélopes
sin brújula sobre papel gastado.
Es necesario estar en movimiento
antes y después de cada muerte.
Palabras que un día creíste importantes
y son nada.
Porque el anhelo nunca tuvo puert
o ni rostro
y la guadaña ansía los festines,
asesinar la aurora
mancha carmesí de labios mudos sobre tu memoria.
Como la sangre de un accidente repetido
que al fin te hará callar bajo la piedra,
sin que puedas decir adiós.

09 julio, 2010

Querido lector



“El poeta es un fingidor"
Fernando Pessoa

Y si te digo, querido lector,
que quien escribe esto no existe
si te dijera, porque no puedo decirte,
algo semejante a esta lluvia
que lees y no empapa tus ojos
o tal vez un día, si te dijera
mentiras exactas de un poeta
que hace vivir lo que no está
como tu piel o el frío
como la calle o un rastro del que no existe
y te tutea: “nunca te conocí,
yo que fingí dolor hasta sentirlo
y negocié con la melancolía
una felicidad insípida”

Pero si te digo, no te dijera,
que el mismo que se ríe
con ironía de su obra,
uno que siente el ridículo
al mirarse en este espejo
después de cada recital,
si te digo que tampoco soy yo,
si aceptara ser traicionado
de esta manera infame y desteñida
¿dónde quedaría yo, él
y el resto de heterónimos?
dime, mi tal vez compañero,
¿dónde quedaríamos nosotros,
tu piel, el frío o la calle
sin poder fingir un beso, un abrazo,
una mirada real, una voz?


07 julio, 2010

poesía clásica china

RETORNO AL CAMPO

I

De niño, sin ambiciones mundanas,
sentía un gran apego a las montañas.
Más tarde, caí desgraciadamente
en el lazo de este vanidoso mundo,
que me ha retenido por tantos años.

Los pájaros enjaulados añoran
los nidos que tenían en el bosque.
Los peces de los acuarios
echan de menos el inmenso mar.
Por fin he regresado a mi finca,
y estoy aquí, como labrador,
roturando los campos yermos del sur.

Tengo poca tierra
y unas cuantas chozas.
Olmos y sauces dan sombra a mi casa,
y veo peras y melocotones,
que crecen enfrente de la ventana.
A lo lejos se perciben
ruidos y voces de un pueblo.
De cerca veo tenues humos,
que se elevan sobre las chimeneas.
Un perro ladra al fondo de la calle,
y un gallo canta sobre una morera.
En mi casa todo es tranquilidad,
alejado de tumultos y bullicios.
He dejado para siempre jamás
aquella vida enjaulada,
y logré volver al YO de verdad.

TAO YUANMING (TAO QIAN, TAO CHIEN)
(365-427)
Nombre social: Qian.
Sobrenombre: Yuanliang.



UN DÍA ESTIVAL EN LA MONTAÑA

Sentado, camisa abierta,
reposo en un bosque verde.
Perezosamente, agito
mi abanico de plumas blancas.
Me quito el sombrero
y lo cuelgo de una roca.
Entre los pinos sopla la brisa,
que acaricia mi desnuda cabeza.


A YUAN DANQIU, MORADOR
DE LA MONTAÑA

Vives en la Montaña de Levante,
deleitándote con la belleza del paisaje.
Desde tu lozana primavera,
te acuestas en la solitaria selva.
Y duermes todavía
cuando el sol ya calcina.
Las mangas de tu túnica se limpian
con la brisa de los pinos.
Se purifican tu corazón y tus oídos
con el arroyo que entre las peñas serpentea.
¡Cuánto te envidio!
Alejado de bullicios y contiendas,
reposas con una nube diáfana
bajo tu cabeza.


COPA EN MANO,
PREGUNTO A LA LUNA

Brilla la luna en el azul infinito.
Ceso de beber y le pregunto:
¿Desde cuándo estás allí?

Por más que lo pretenda,
el hombre no puede atrapar la luna.
Pero ella, en su curso, le acompaña.
Es un fúlgido espejo que vuela
por encima de los palacios escarlata.
Sus luces puras resplandecen,
disipando los humos grises.
Se la ve sólo de noche
ascendiendo del piélago,
y al despuntar el alba,
se pierde entre las nubes.
Año tras año, la liebre* elabora sus hierbas.
Solitaria, Chang E nunca tiene compañero.*
Los hombres de hoy no ven la luna de antaño,
mas la luna de hoy ha alumbrado a los hombres antiguos.
Tanto los del pasado como los del presente,
vienen y se van como las aguas de un río,
y todos contemplan la misma luna.
¿Qué podría yo desear sino ver siempre,
mientras canto y bebo,
su reflejo en el fondo de mi copa de oro?


* Según una antigua fábula, en la luna vive una liebre blanca que desmenuza hierbas para preparar el elixir de la inmortalidad
.

* Según la leyenda, Chang E robó a su marido, un arquero famoso, el brebaje de la inmortalidad y voló a la luna, donde mora con la liebre mencionada en la nota anterior.

LI BAI (LI PO, LI BO, LI TAI-PEI, LI TAI PO)
(701-762)
Nombre social: Taibai.




CONTEMPLANDO EBRIO
DESDE EL MIRADOR DEL LAGO,
EL 27 DE JUNIO

I

Nubes negras vierten su tinta
sobre las montañas,
sin cubrirlas todas.
Las perlas salpican la barca:
se desata una lluvia cristalina.
Ha llegado el viento,
que, arrollando la tierra,
lo dispersa todo.
No puedo distinguir
entre las aguas y el cielo:
Están identificados.

II

Peces y tortugas, libres,
nos vienen siguiendo sin miedo. *
Lotos sin dueño ni amo
florecen por todo el lago.
Mecido por el agua, desde mi almohada,
veo subir y bajar la montaña.
Llevada por la brisa,
mi barca baila con la luna.

* Según la enseñanza budista de respetar cualquier vida, en el Lago Oeste estaba prohibido pescar.


DE REGRESO A LINGAO, DE NOCHE
SEGÚN LA MELODÍA LINJIANGXIAN

Ci

De noche, bebo en la Cuesta del Este.
Al despertar, otra vez me emborracho.
Vuelvo a casa a medianoche.
El criado ronca tronando.
Por más que llame,
nadie me abre.
Apoyado en mi bastón,
escucho el río que corre a su gusto.
¡Cómo siento no ser dueño de mí mismo!
¿Cuándo me libraré de los trajines mundanos?
Noche avanzada.
Ha cesado el viento.
Las olas se calman.
Quisiera salir en una barca
y pasar el resto de mi vida
sobre los ríos y el mar.

El poema fue escrito en 1082, cuando el autor se encontraba en Huangzhou, exiliado, bajo vigilancia. Los últimos versos despertaron el rumor de que había huído. El gobernador fue corriendo a su casa a buscarle y le encontró durmiendo plácidamente.


ESCRITO EN UN MURO
DEL TEMPLO XILIN, MONTAÑA DE LUSHAN

Mirada de enfrente,
es una sierra interminable.
De perfil, picos escarpados
que horadan el firmamento.
Diferente el ángulo,
diferente su semblante.
Estando en la montaña de Lu Shan,
¿quién podrá conocerla de verdad?

Muchos críticos ven en este poema una reflexión filosófica del autor, aparte de una maravillosa descripción del paisaje de la montaña Lushan.


Todos quieren tener un hijo inteligente,
pero la inteligencia me ha arruinado la vida.
Así que quiero que mi hijo
sea tonto y estúpido:
Sin penas ni penalidades
llegará a ser ministro.


SU DONGPO (SU SHI)
(1036- 1101)
Nombre social: Zhizhan.
Sobrenombre: Ermitaño Dongpo

06 julio, 2010

Balance de ciudad y olvido

En un tiempo que hoy me queda lejano
inventé una ciudad
donde ubicar inexactos mis días.

Les di valor, casi sin darme cuenta,
y un poder desmesurado
me hizo estremecer
sobre la bella ficción.

Ahora sé que el tiempo
odia mucho mis ciudades,
que los años pisotean
con su imagen descarnada
aquel impulso visceral,
sutil y endemoniado.

(A nadie le agradan tus maneras,
esos focos ridículos,
el desconsuelo que acarreas:
la ciudad sólo te arrastra al olvido)

Nuestra decadencia es mortal e irremediable,
como la de grandes imperios,
y afecta también
a lo que jamás sucedió.

04 julio, 2010



Anónima emoción que te devoras

en la urgencia frágil de hablarme,
como hacen a menudo los tristes
cuando la chispa inicial se apaga
y es lo remoto vida.


¿Por qué es tan difícil nombrar lo que arde
cuando en el alma todavía quema?
Indómita la palabra se acaba ahogando
contra las cenizas de otro cuerpo,
de otra voz sorda y efímera.


Noble imagen de amor que no supiste avivar
y en otros ojos relampaguea
como si fueran esos los mismos.

Huellas mojadas de la tribu nómada,
humo extraño de un fuego anterior al lenguaje,
l
ejos de esta vida que hoy celebras y cantas
como si fuese cierta.

01 julio, 2010

viaje en Amsterdam

A Romualdo y Javier,
compañeros de viaje

El Dam, nos persiguen,
la bóveda sagrada de Febrero
sobre el cielo nublado del Amstel,
extraña huida sobre mágicos puentes,
la flor de tus neuronas se excita
cactus rebelde entre rubios tulipanes,
la inmensidad es una ruina venenosa
luces homicidas de la noche nos señalan
el caos del puerto sirve de metáfora
en la inexacta complicidad de nuestras mentes,
gracias Javi por tu devoción al mapa
es imposible regresar sin guía,
el hotel tiene nombre de República,
estoy a salvo en France.


Jean Paul Romiers

26 junio, 2010

Si el poema te salva es porque también te condena.

Si el poema te salva
es porque también te condena.

Un hombre condenado al poema
incapaz de abandonar al niño que lo guía
¿por qué apresa marcas de realidad
en frascos que el tiempo no sabe destruir?
¿acaso es el pasado efímero?

El poeta cubre ese vacío,
intenta descifrar su nombre
en la palabra virgen.

Pero qué sucede con el hombre que desea
y se destruye hasta morir en verso
atrapado en su celda
de sexos sin destino,
entregado a la divinidad en ocasiones
y otras tantas
distraído en el anhelo
de algún vicio delincuente.

Es extrema la duda fiel que guía
el tormento de la sensibilidad creadora,
hay una contradicción perenne
colgando en el orígen del cosmos.

Criatura de barro
que anhela despertar,
paisaje de acuarelas distantes y rebeldes.

Extraño devenir
el que impone al hombre el poema.

23 junio, 2010

Ítaca, Constantin Cavafis


Si vas a emprender el viaje hacia Itaca,

pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias, en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes,
al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones ni a Cíclopes,
ni a fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone.

Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en los emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperla y coral, y ámbar y ébano,
perfumes deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Itaca te enriquezca.
Itaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.

Aunque pobre la encuentres, no te engañará Itaca.
Rico en saber y en vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Itacas.



Poeta griego, una figura fundamental de la literatura griega del siglo XX. Nació en Alejandría (Egipto), donde pasó la mayor parte de su vida. Autocrítico implacable, muchas veces afectado por su propia heterodoxia, Cavafis publicó poco durante su vida. Cavafis creó un estilo personal, algo solemne y arcaico, mezclado con el griego de su época. En sus versos se integran la historia helenística y bizantina con asuntos contemporáneos, como ocurre en dos de sus poemas más conocidos, 'El dios abandona a Antonio' e 'Itaca', escritos en 1911. La obra de Cavafis empezó a conocerse fuera de Grecia a través de las referencias del estudio de E. M. Forster sobre Alejandría, Alejandría: Historia y guía (1923). Desde 1930 su influencia fue importante no sólo en los jóvenes griegos, sino también en escritores extranjeros, y a partir de esta época los escritos críticos sobre su obra se multiplican. Un nuevo empuje de la obra de Cavafis tuvo lugar con la publicación del Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell (1957-1960). En el centenario de su nacimiento, se publicaron traducciones de sus obras en casi toda Europa.

15 mayo, 2010

poema de Gonzalo Rojas

LOS DÍAS VAN TAN RÁPIDOS

Los días van tan rápidos en la corriente oscura que toda salvación
se me reduce apenas a respirar profundo para que el aire dure en mis pulmones
una semana más, los días van tan rápidos
al invisible océano que ya no tengo sangre donde nadar seguro
y me voy convirtiendo en un pescado más, con mis espinas.

Vuelvo a mi origen, voy hacia mi origen, no me espera
nadie allá, voy corriendo a la materna hondura
donde termina el hueso, me voy a mi semilla,
porque está escrito que esto se cumpla en las estrellas
y en el pobre gusano que soy, con mis semanas
y los meses gozosos que espero todavía.

Uno está aquí y no sabe que ya no está, dan ganas de reírse
de haber entrado en este juego delirante,
pero el espejo cruel te lo descifra un día
y palideces y haces como que no le crees,
como que no lo escuchas, mi hermano, y es tu propio sollozo allá en el fondo.

Si eres mujer te pones la máscara más bella
para engañarte, si eres varón pones más duro
el esqueleto, pero por dentro es otra cosa,
y no hay nada, no hay nadie, sino tú mismo en esto:
así es que lo mejor es ver claro el peligro.

Estemos preparados. Quedémonos desnudos
con lo que somos, pero quememos, no pudramos
lo que somos. Ardamos. Respiremos
sin miedo. Despertemos a la gran realidad
de estar naciendo ahora, y en la última hora.

12 mayo, 2010

deleite atemporal,
vida en el juego-arte

más que evasión reviviscencia
a contradevenir, en el meollo
de lo irremediable detenido

flecha de luz sobre lo no completo

heridas derraman ser
en el hueco abandonado
de un antiguo río
que es barro

será piedra
si nos dejamos morir
a contramusa

metaexistir
en todo tiempo

sin más espacio que el poema



"El presente sólo se forma del pasado, y lo que se encuentra en el efecto estaba ya en la causa." "El tiempo es invención o no es nada en absoluto." "Existir es cambiar, cambiar es madurar, madurar es creación sin fin." "El triunfo de la vida es expresada mediante la creación."

Bergson

08 mayo, 2010

prosa en poema

Con el paso del tiempo
se relaja la vida,
y el arte cobija la llama
de un impulso ciego.

Ya nadie habla de sus ojos
con el dedo en la llaga,
se volvieron tan educados de repente
que tuve que aprender
a buscarte en los libros de la noche,
donde reposan mis muertos favoritos.

Comprendo que muchos estén de vuelta
ahora que sabéis
que por amor al arte no se come
y se sufre extraño el camino,
otros tantos como tú se engañan
al instalarse en colinas turinesas,
sanatorios alemanes o al enorme abrigo
de Giacomo Leopardi.*

He cruzado los límites de lo literario
y puedo afirmar
sin ningún tipo de razón
que estaba equivocado,
el arte no cobija nada
y todo late en existir.

Me lo dice el tiempo vivo
sobre la luz dichosa del poema
en la desnuda llama de tu cuerpo
que es verdad y presente tangible.


* notas al pie