Stefanía aparecía muriéndose
la lengua penetraba la cerradura de una puerta que alguien
había cerrado para siempre.
¿Quién era?
¿Quién era aquel desconocido dueño de todas las llaves?
¿Qué color tienen sus ojos?
No tienen pupilas sólo dos agujeros sin fin.
Dos huecos como laberintos donde nos perdemos y no
volvemos jamás atrás.
El dueño de las llaves nos ha encerrado aquí dentro,
nos ha encerrado en sus ojos en sus agujeros,
en el laberinto hueco que no conduce ni al norte ni al sur.
Nos quedamos allí, inmóviles aprisionados en sus ojos
huecos.
1 comentario:
Abrir el
libro, encontrar a Stefanía o a Estfn, morir de la mano de Leopoldo María Panero, ¿qué más para emocionarse?
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